Hoy, 17 de junio, se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, declarado por la Asamblea General de la ONU, a través de su resolución A/RES/49/115, aprobada el 19 de diciembre de 1994.
El lema para este año 2024 es «Unidos por la Tierra: Nuestro legado y nuestro futuro”.
La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía son algunos de los retos medioambientales más acuciantes de nuestro tiempo. A día de hoy, se considera degradada hasta un 40% de la superficie terrestre.
Una tierra con buen estado de salud nos proporciona casi el 95% de los alimentos, nos viste y nos da cobijo, nos proporciona trabajo y medios de subsistencia, y nos protege frente a sequías, inundaciones e incendios forestales.
Por otra parte, el crecimiento demográfico y unos modelos de producción y consumo insostenibles aumentan la demanda de recursos naturales. Y esta presión excesiva sobre la tierra lleva a la degradación. La desertificación y la sequía están provocando migraciones forzosas, poniendo a decenas de millones de personas cada año en riesgo de desplazamiento.
Un reto medioambiental
El problema de la desertificación es uno de los principales retos medioambientales de nuestro tiempo. Si bien, es un fenómeno cuya dimensión es poco conocida y no ha trascendido lo suficiente a la opinión pública para actuar en consecuencia.
Se trata de una degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas, como la sobreexplotación de la tierra que provoca la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo, la minería, el sobrepastoreo que impide la regeneración de las plantas por el consumo de los animales y provoca la destrucción de la capa superior del suelo, y la tala indiscriminada; y a los cambios climáticos.
Como consecuencia a nivel global, provoca graves impactos para la biodiversidad, la ecoseguridad, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible.
Mis impresiones
Como biólogo y fotógrafo de naturaleza he documentado varios desiertos a lo largo del Planeta como por ejemplo el desierto del Namib, en Namibia, el desierto del Sáhara, en Marruecos, o el desierto de Atacama, en Chile, pero sin duda, el lugar en el que más he podido experimentar los efectos de la desertificación y la sequía sobre la biodiversidad ha sido en el Parque Nacional de Etosha, en Namibia, donde los animales la fauna africana son verdaderos luchadores y supervivientes en época de sequía. Elefantes, jirafas, antílopes, felinos, rinocerontes, tienen que caminar grandes distancias de superficie polvorienta y seca, en busca de “waterholes”, únicas charcas de agua en varios kilómetros a la redonda, congregando una gran multitud de estos animales en torno a él.
No permitamos que el Planeta Tierra, con su exuberante vegetación de selvas, junglas y bosques acabe convirtiéndose en una extensa duna global.
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Fuente: Isaac Fernández Galisteo – Técnico de Medio Ambiente de Ambientum