Así son las características del antepasado del pingüino, reveladas por científicos sanmarquinos y extranjeros, tras arduos estudios al esqueleto de esta ave, hallado casi entero en la Reserva Nacional de Paracas, Ica. "Los huesos están en perfecto estado y permiten conocer detalles de la anatomía de los pingüinos más primitivos que no se conocen de otra fuente", manifestó el biólogo Rodolfo Salas-Gismondi, responsable del DPV del Museo sanmarquino, al comentar la importancia del descubrimiento, que data del año 2007, y que demuestra, una vez más, la riqueza paleontológica de Perú.
Los resultados fueron difundidos en la revista estadounidense Science, en su última edición de setiembre de 2010. Esta investigación, en la que colaboró el DPV, es la segunda del año motivo de publicación internacional, pues en julio pasado la revista inglesa Nature divulgó un artículo sobre Leviathan melvillei, la ballena prehistórica del desierto de Ocucaje.
Plumas y temperatura
Este pingüino -bautizado como Inkayacu paracasensis (emperador del agua de Paracas)- trajo consigo un extraordinario detalle: la conservación de sus partes blandas. En el excepcional espécimen se fosilizaron escamas de las patas y las plumas del cuerpo y alas. Un hecho de enorme valor debido a que la información relacionada con las referidas partes era totalmente desconocida a nivel de registro fósil.
¿Qué factores influyeron en su conservación? Al parecer, los finos sedimentos que cubrieron el cadáver de Inkayacu se depositaron bajo condiciones de anoxia (ambiente sin oxígeno) en el fondo de una playa de aguas tranquilas y someras.
Estas condiciones fueron determinantes para la preservación de partes blandas, con tal fidelidad que en las muestras se encontraron ciertas organelas (melanosomas), responsables del color en las plumas. Estudios en la microestructura permitieron conocer que el pingüino era marrón como un lobo marino.
Otra diferencia es su adaptación a zonas calurosas. Los pingüinos actuales están vinculados a temperaturas frías, aunque en el pasado no necesariamente fue así, precisó Salas-Gismondi. El fósil corresponde al Eoceno, época en la que el clima del planeta era bastante cálido y las aguas pudieron pasar los 20 grados de temperatura. "Esto cambia la perspectiva de lo que pasaba en la costa peruana", anotó el investigador.
Aporte sanmarquino
El espécimen fue colectado por el equipo del MHN, en colaboración con el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD) de Francia, siendo trasladado hasta el museo de la UNMSM. El esqueleto llegó al DPV para su preparación; es decir, la limpieza del fósil, el retiro de las rocas, y la consolidación o endurecimiento de las piezas óseas.
La preparación estuvo a cargo de los técnicos especializados del MHN, Walter Aguirre y Eusebio Díaz. En tanto, el estudio anatómico contó con la colaboración de los equipos de las universidades de Texas y de Carolina del Norte, quienes trabajaron varios días en el museo.
Cabe destacar que fue Alí Altamirano, colaborador del MHN, quien informó de los restos. "Él hacía trabajos de observación de aves en la Reserva Nacional de Paracas: entonces mientras caminaba por el desierto se topó con algunos huesos, que consideró muy importantes", relató Salas-Gismondi sobre el hecho sucedido en el 2006 y que dio inicio a la expedición internacional.
¿Qué pudo provocar la desaparición de este enorme pingüino? Una primera hipótesis que se maneja es que el motivo habría sido el cambio de época. Inkayacu pertenece al Eoceno, pero cuando este termina para dar paso al Oligoceno (ambos del Periodo Terciario), el clima del planeta comienza a enfriarse y se produce una glaciación.
"Algunos cambios climáticos drásticos, en ese momento, pudieron haber derivado en la extinción de los pingüinos", indicó el biólogo sanmarquino. La segunda teoría podría ser la evolución de otros mamíferos en el ambiente, como los lobos marinos o las focas, que pudieron haberse enfrentado al palmípedo gigante por conseguir el alimento. Al respecto, se estima que también consumieron peces.