El cangrejo de río Procambarus clarkii, una especie endémica del golfo de México, genera efectos positivos sobre los depredadores autóctonos de las marismas del Guadalquivir, según demuestra una investigación del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC). El trabajo, publicado en la revista Conservation Biology, demuestra que el 60% de los depredadores del ecosistema han incluido a este cangrejo de río americano en su dieta.
Según la investigación realizada en la Estación Biológica de Doñana, cuanto mayor es el consumo de cangrejo por parte de una especie, mayor ha sido el aumento de su población a lo largo de los años. En el caso de las aves que hibernan en la zona, la
población total de depredadoras se ha multiplicado por 300. Mientras, las herbívoras “que no se alimentan de cangrejo” han permanecido prácticamente estables durante los últimos 30 años”, explica el investigador del CSIC y coautor de la investigación, José Luís Tella.
“El aumento de la población de estos depredadores también ha sido superior en el entorno de las marismas que en el resto de Europa. El clarkii ha colonizado esta área desde su introducción en 1973. No obstante, la especie tardó diez años en alcanzar un nivel de población significativo. Fue entonces, alrededor de 1983, cuando las comunidades depredadoras empezaron a consumirlo de forma habitual. Actualmente, unas 20 especies basan más del 50% de su alimentación en el cangrejo de río.
El cangrejo de río, fundamental en la dieta de los depredadores autóctonos
La generalización del consumo de Procambarus clarkii por parte de los depredadores de las marismas se debe a que actualmente es el invertebrado de mayor tamaño de la zona, con un peso superior a los 20 gramos por individuo. Además, la caza del cangrejo se intensifica en otoño e invierno debido a la falta de otras presas alternativas durante esta época.
El cangrejo de río americano se introdujo en el entorno de las marismas del Guadalquivir cuando algunos ejemplares juveniles escaparon de un cultivo de acuicultura en Puebla del Río (Sevilla). A pesar de sus efectos positivos demostrados sobre algunas especies, Tella sostiene que “su efecto neto sobre el ecosistema es seguramente negativo”.
Alteración de la cadena trófica
Según la investigación, este cangrejo ha modificado el flujo de energía en el ecosistema de las marismas. Esta especie compite por el alimento con los herbívoros y con otros carnívoros primarios. Por lo tanto, el aumento de su población provoca que la energía absorbida sea transmitida directamente a los depredadores que se alimentan de él, “lo que desestabiliza la cadena trófica y la vuelve menos compleja”, explica el investigador del CSIC. “La población de depredadores se ha triplicado por encima de lo deseado”, agrega.
Para evitar la pérdida de otras especies, Tella sugiere la creación de algún plan de gestión sobre la población del cangrejo americano, ya que su erradicación es “virtualmente imposible”, asegura. Esto es debido al elevado volumen de cangrejos
que habitan en las marismas, del cual se recogen toneladas para el comercio cada año. Además, su eliminación de forma brusca supondría un colapso para las especies que actualmente se alimentan de él.
Según Tella, “el cangrejo americano es un gran ejemplo sobre los riesgos que conlleva introducir una especie invasora en otro ecosistema y todavía hace falta mucha investigación para averiguar cuáles van a ser sus efectos sobre el entorno a largo plazo”.