Una masificación de la que, no obstante, sólo participa menos del 20% de la sociedad mundial que integra las sociedades de consumo.
El actual modelo turístico dominante, principalmente de alcance internacional y de masas, tiene graves consecuencias sociales y medioambientales, no sólo en los destinos sino también en el conjunto del planeta y la biosfera. Asimismo, el turismo es interdependiente de otras actividades que conllevan perjuicios ambientales, como el transporte motorizado nacional e internacional, las fuentes de energía no renovables o la construcción, entre otros. Consecuencias que se agravan cuando los desplazamientos internacionales son de Norte a Sur, ya que esta actividad se enmarca en unas relaciones económicas, comerciales y laborales injustas.
En los destinos existen cuatro factores de cambio en la relación con los ecosistemas a partir de la implementación de este turismo:
- la gran necesidad de espacio físico,
- el cambio en la relación con los recursos y el patrimonio medioambiental,
- el incremento sensible de las necesidades energéticas y de materiales diversos,
- y el tratamiento de los residuos.
De esta forma, se produce una sobreexplotación de los recursos locales, la destrucción de ecosistemas, pérdida de biodiversidad, contaminación del aire, el suelo y el agua, entre otros.
Entre los impactos globales más destacables de este modelo turístico se encuentra su contribución al cambio climático, ya que alcanza aproximadamente un 5% del total de las emisiones globales de CO2 a la atmósfera. El 43% de los novecientos millones de desplazamientos anuales de personas son realizados por avión, el medio de transporte más contaminante, que representa otro 3% de las emisiones globales de dióxido de carbono.
Por estos y más motivos, Ecologistas en Acción propone instalar en la sociedad una reflexión crítica sobre las formas de viajar y de disfrutar. La urgente necesidad de reducir la velocidad y la distancia de los desplazamientos, de modo de preservar las condiciones naturales del planeta, respetar los territorios y las poblaciones de destino y, principalmente, asumir un estilo de vida que sea social y ambientalmente sostenible, de modo de garantizar el futuro de las generaciones venideras.