El sellado del suelo, es decir, su cobertura con un material impermeable, es una de las principales causas de degradación de este recurso en la UE. El sellado suele afectar a la fertilidad del terreno cultivable, supone una amenaza a la biodiversidad, incrementa los riegos de inundaciones y de escasez de agua y contribuye al calentamiento global. Dichas Directrices recomiendan una ordenación territorial más racional y la utilización de materiales más permeables, a fin de preservar el suelo. También incluyen instrumentos de planificación local, campañas de información y muchas otras prácticas aplicadas en la UE en su conjunto.

Janez Potočnik, Comisario responsable de Medio Ambiente, ha declarado al respecto: “La pérdida de recursos edáficos, como consecuencia de la urbanización y la transformación del paisaje, es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la Unión Europea. Existe una imperiosa necesidad de utilizar este valioso recurso de forma más racional, a fin de asegurar a las generaciones futuras los diversos servicios que nos presta y que revisten un carácter tan esencial. No podemos permitirnos dar al traste con la oportunidad de lograr un futuro sostenible”.

Europa es el continente más urbanizado. Cada año, se reclama para uso humano una superficie adicional de 1.000 km2 (mayor que la ciudad de Berlín), gran parte de la cual acaba siendo sellada. Si esta tendencia se mantiene al ritmo actual, en un plazo de 100 años habrá quedado cubierta un área comparable a la suma de los territorios de España y Francia.

La formación del suelo es un proceso muy lento (se requieren varios siglos para lograr un centímetro), por lo que su sellado causa importantes perjuicios y supone a menudo una pérdida irreparable. Así pues, aunque el desarrollo de infraestructuras sea necesario para impulsar el crecimiento económico, también es preciso lograr una gestión más eficiente y responsable del suelo.

El sellado del suelo puede restringirse mediante una ordenación territorial racional y una limitación del desarrollo descontrolado de las ciudades. En sentido inverso, es posible aprovechar el potencial de desarrollo de las zonas urbanas, por ejemplo, a través de la regeneración de las zonas industriales abandonadas. Entre las medidas de atenuación de los efectos del sellado figuran la sustitución del cemento o el asfalto por materiales permeables, el apoyo de la «infraestructura verde», o un mayor recurso a los sistemas naturales de recogida del agua. Cuando las medidas de atenuación in situ resulten insuficientes, podría considerarse la adopción de medidas de compensación que mejoren las funciones del suelo en otros lugares.

Las Directrices de la Comisión ponen de relieve la importancia de adoptar, con respecto a la ordenación territorial, un enfoque integrado. También se ha demostrado la eficacia de adoptar enfoques regionales específicos y de movilizar recursos no explotados a escala local.

Las actuales políticas de financiación del desarrollo de infraestructuras están siendo revisadas escrupulosamente, a fin de reducir las subvenciones que puedan impulsar actividades de sellado del suelo y de explotación de terrenos que no sean sostenibles. También podría contribuir a la ordenación a largo plazo la reducción de las dotaciones destinadas a la urbanización en los presupuestos municipales.

Próximas medidas

Las Directrices se presentarán y analizarán con motivo de la Conferencia sobre rehabilitación y sellado del suelo, organizada por la Comisión, que se celebrará en Bruselas los días 10 y 11 de mayo de 2012 y, a lo largo de este año, irán estando disponibles en diversos idiomas. Van dirigidas a las autoridades competentes a nivel nacional, regional y local, así como a los profesionales responsables de la ordenación territorial y la gestión del suelo. Por otro lado, pretenden sensibilizar a la opinión pública sobre la continua degradación del suelo.

Antecedentes

El sellado, actividad que constituye una de las principales amenazas para el suelo, se abordaba en la Estrategia Temática para la Recuperación del Suelo y la propuesta de Directiva por la que se establece un marco para la protección del suelo. Las Directrices se basan en la reciente Hoja de ruta hacia una Europa eficiente en el uso de los recursos, publicada por la Comisión Europea el 20 de septiembre de 2011. La hoja de ruta propone que, en el horizonte de 2020, las políticas de la UE tengan en cuenta el impacto directo e indirecto en el uso del suelo, y que la proporción de suelo utilizado (es decir, la pérdida de terreno agrícola, seminatural o natural) esté en consonancia con el propósito de detener la explotación neta del suelo, como muy tarde, en 2050.



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