Debido a que el tipo y la intensidad de cada amenaza varían espacialmente, el riesgo de extinción suele cambiar dentro de una misma área de distribución. “Esta complejidad no suele ser considerada por los gestores, que frecuentemente tienden a aplicar las mismas medidas de conservación en todo el área de distribución de una especie. Además, las especies se gestionan muchas veces atendiendo a límites administrativos que, generalmente, no siguen criterios ecológicos”, destaca el investigador Pedro Olea.
El nuevo método permite agrupar en unidades homogéneas entidades ecológicas (individuos, territorios o poblaciones de una especie) sometidas al mismo tipo e intensidad de amenazas. Este proceso se realiza de manera sistemática, lo que, según los científicos, garantiza su repetibilidad, y utiliza técnicas estadísticas que incorporan la incertidumbre en la formación de las unidades de gestión.
“Así, es posible estimar el grado de credibilidad de la clasificación resultante. El método facilita además la interpretación de los resultados mediante su visualización gráfica en forma de mapas y representaciones en 3D. De este modo se proporciona a los gestores e investigadores una herramienta para mejorar la efectividad de las medidas de conservación aplicadas a una determina especie, al mismo tiempo que se garantiza la repetibilidad del proceso y la robustez de los resultados”, detalla Olea.
Los investigadores han usado como modelo de estudio la población de alimoche (Neophron percnopterus) de la Cordillera Cantábrica. Este buitre amenazado a nivel mundial ha visto reducidas rápidamente sus poblaciones en Asia, África y Europa en la última década. La población estudiada se compone de unos 170 territorios de cría y se distribuye en tres comunidades autónomas diferentes (Asturias, Cantabria y Castilla y León), que gestionan la especie de modo independiente.
Los investigadores han medido en cada uno de los territorios hasta ocho amenazas para la especie, entre las que se encontraba el riesgo de uso ilegal de veneno, la presencia de eólicos, la densidad de habitantes y carreteras, el estar dentro o no de un área protegida, o la disponibilidad de alimento. 13 (72%) de las 18 unidades homogéneas de gestión resultantes incluyeron territorios geográficamente próximos, un tercio de ellas (33%) se encontraban en territorios distribuidos en más de una comunidad autónoma.
“Estos resultados indican que la gestión de la población de alimoche estudiada y de algunas de sus amenazas podría ser más eficiente, tanto desde el punto de vista ecológico como económico, si existiese una coordinación entre las distintas administraciones afectadas. El estudio permite además conocer cómo podría repartirse ese esfuerzo de conservación de forma más eficiente entre las distintas comunidades”, destaca el investigador.