Según los resultados de un nuevo estudio de WWF/Adena sobre el impacto del cambio climático en las ballenas del Océano Austral, el alimento disponible para las ballenas en la región Antártica se está reduciendo, aumentando así el peligro para las ya amenazadas ballenas migradoras. La cantidad de alimento va a ser menor y estará más lejos.

El informe "ROMPEHIELOS: 2ºC que podrían cambiar el hábitat de las ballenas", de WWF/Adena muestra que un aumento de la temperatura media global de tan solo 2°C, con respecto a los niveles preindustriales, producirá una reducción de la banquisa en el Océano Austral en una proporción que puede oscilar entre el 10 y 15 por ciento hasta más del 30 por ciento en algunas regiones claves. Se prevé que el aumento de 2°C ocurrirá en menos de 40 años, alrededor del año 2042. WWF hizo público este informe en vísperas del inicio de la Sexagésima reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en la ciudad de Santiago de Chile (del 23 al 27 de junio), como una llamada de atención sobre la amenaza que el cambio climático supone para las ballenas.

"El informe muestra que las ballenas antárticas, como los rorcuales aliblancos, sufrirán cambios dramáticos en su hábitat en un breve período de tiempo" declaró la Dra. Susan Lieberman, Directora del Programa de Internacional de Especies de WWF/Adena y jefa de la delegación de esta ONG en la reunión de la CBI.

Las especies migradoras afectadas incluyen la ballena azul, el mayor ser vivo de la Tierra, y la ballena jorobada, que apenas comienzan a recuperarse tras la moratoria a la caza comercial. Esta caza se desarrolló durante la primera mitad del siglo XX y colocó a estas especies al borde de la extinción. Estas dos ballenas necesitan viajar entre 200 y 500 kilómetros hacia el extremo sur para encontrar las zonas ‘frontales’ (límites entre diferentes masas de agua) donde se encuentra su principal fuente alimenticia, el krill.

"Al ir desplazándose hacia el sur las zonas frontales, las ballenas deberán moverse en un área de alimentación más reducida", destaca el informe. El krill depende del hielo marino; debido a la disminución del hielo flotante, se espera una reducción en la abundancia de los recursos de los cuales se alimentan las ballenas en las áreas de forraje menguantes. "El impacto sobre las ballenas es un razón de peso más para que el mundo ponga en práctica acciones decididas para minimizar el riesgo de un cambio climático catastrófico", declaró la Dra. Lieberman: "La CBI tiene la oportunidad en esta reunión en el hemisferio sur de estudiar todas las posibilidades para aumentar la resistencia de las poblaciones de ballenas frente al cambio climático. Para las ballenas que habitan en la Antártida, la mejor manera de logralo es reducir otras amenazas, tales como la injustificada caza de ballenas con supuestos fines científicos que lidera Japón".

WWF/Adena recomienda también la protección de los hábitats críticos, así como limitar los factores de estrés que no están directamente relacionados con el sistema climático, como la pesca, la contaminación y la contaminación sonora de los océanos.



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