Según cifras de la consultora PWC, el Perú se ha convertido en el quinto productor de oro en el mundo, pero al precio más caro de todos: sacrificar miles de bosques y el estado de derecho. Especialistas de la PUCP analizan los riesgos de la minería ilegal e informal. “Cifras oficiales del Ministerio de Energía y Minas al cierre del 2012 señalan que la producción estimada de oro de procedencia informal-ilegal es de 40 toneladas anuales, que en valor bruto equivaldrían a US$ 2,146,819.651 millones”. (La República, 16 de septiembre del 2013).
A finales de octubre, el país escuchó a través de RPP Noticias el testimonio del periodista y excongresista Güido Lombardi quien, a bordo de una avioneta, sobrevoló zonas de Madre de Dios devastadas por la minería ilegal. Consultado por si la realidad era tan terrible como las fotos, la respuesta de Lombardi fue: “Es peor, es peor, es peor”. Solo en los últimos tres años se cuentan 30 mil hectáreas arrasadas por una actividad criminal que, lejos de reducirse, se multiplica. “Deforestación es un adjetivo insuficiente para dar cuenta de lo que allí ocurre, es una devastación”, continúa el relato registrado ya en YouTube.
Lo cierto es que, para muchos de nosotros, esta es una realidad lejana, que solo nos alcanza a través de la prensa que da espacio a los operativos policiales y las interdicciones que se realizan en la selva peruana. Mientras en zonas como Madre de Dios impera la ley de la selva, el Estado y los gobiernos regionales se debaten entre atacar de manera frontal esta actividad criminal o hacerse de la vista gorda ante un negocio que genera millones de dólares en ganancias.
Ilegal o informal
En los últimos años, las acciones del Estado se han centrado en presentar vías para formalizar a los mineros que trabajan al margen de la ley; para ello, se ha introducido el término ‘informal’ (DS N° 032-2013-EM).
“La legislación es muy sencilla, es minería ilegal aquella que se ubica en zonas donde está prohibido hacer minería, como las zonas protegidas y los cursos de los ríos. Informal es aquella minería que no cumple las normas o puede cumplirlas pero no lo sabemos, pero trabaja en una zona donde está permitido hacer minería, por lo tanto puede legalizar su actividad”, explica el Lic. Flavio Figallo, docente de nuestra Diplomatura en Industrias Extractivas, Vigilancia y Desarrollo Sostenible.
Esta mínima diferencia no hace acotaciones sobre volúmenes de producción y tampoco sobre técnicas de extracción, características claves cuando se habla de explotación minera.
Se suma al debate el Dr. Alejandro Diez, antropólogo y docente del Departamento de Ciencias Sociales, quien señala que la legislación y la realidad, muchas veces, no se corresponden: “cuando se habla de una minería informal se asume que es una minería bastante pequeña, pero, en la realidad, esta minería informal no siempre se distingue claramente de la artesanal y mediana, muchas veces no es tan pequeña; no se trata de un señor lavando oro en un río, sino de dragas y máquinas que recogen mineral en grandes cantidades”.
Además, tenemos otro límite poco claro a nivel de gobierno. El Estado pide jurisdicción para tratar con las grandes mineras formales y entrega potestad de regular la minería de menor escala a los gobiernos regionales, crea así un vacío mayor. “Esta pequeña minería es la que no está regulada porque se espera que sea fiscalizada por los gobiernos regionales, que no siempre tienen la capacidad. Controlar a una gran empresa minera y supervisarla no es simple, pero al menos sabes a quién controlas; en cambio, la minería informal es muy móvil, es mucha gente, los gobiernos regionales no tienen suficiente gente para controlar esta actividad, entonces, no es sencillo supervisarla”, agrega el Dr. Diez. Es así que lo verdaderos criminales, los que tienen poder de movilización social, logran impunidad.
Madre de todos los males
La agencia de noticias virtual Infos difundió, en el 2011, un reportaje que dio la vuelta al mundo. Con la excusa de llevar preservativos como parte de una misión humanitaria, los periodistas ingresaron a un enclave minero informal en Madre de Dios, donde constataron el ejercicio de la prostitución y la trata de personas: jóvenes mujeres, llevadas con engaños a los enclaves, eran obligadas a pagar con sus cuerpos deudas interminables por pasajes y comida. También se da cuenta, a través de detalles, de una vida ‘legal’ encarecida, por la que se cobraba, por ejemplo, S/. 5 por una botella de agua, S/. 20 por desplazarse en mototaxi y la lista continúa.
Alrededor de la minería ilegal o informal se desarrollan otras actividades ilícitas (y también otras legales) que se alimentan del dinero del oro. Para el Dr. Diez, “la minería informal tiene la ventaja de que redistribuye la ganancia más rápidamente a la población. Más allá de la explotación de intermediarios o grupos que sacan la porción más grande de la explotación del mineral, la gente recibe un beneficio económico importante, lo que hace que sea una alternativa económica considerada por mucha población joven que no tiene tierras, empleo fijo, ni nivel educativo”.
Aun en condiciones precarias, donde los mineros duermen en barriles, entrar en este negocio sigue siendo una alternativa más rentable que la agricultura, y crea circuitos económicos entre lo legal y lo ilegal.