Los líderes del G-8 podrían llegar a algún tipo de acuerdo la semana próxima sobre los objetivos para recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, pero el gran avance sobre el cambio climático probablemente tendrá que esperar a que asuma el cargo un nuevo presidente en Estados Unidos.
El cambio climático es uno de los puntos principales de la agenda de la cumbre del 7-9 de julio en Hokkaido, en el norte de Japón y es el centro de una Reunión de Principales Economía (MEM) el 9 de julio que reúne al G8 con otros ocho países entre los que se encuentran China, India y Brasil.
El primer ministro japonés, Yasuo Fukuda, quiere impulsar las conversaciones para establecer un nuevo marco más allá de los límites bajo el Protocolo de Kioto, que expira en 2012. Esas negociaciones deben concluir en Copenhague en diciembre del próximo año.
Un acuerdo en 2009 podría aportar seguridad a los inversores que quieren cambiar a tecnologías energéticas más limpias, al igual que los participantes en el creciente mercado del carbono.
El líder japonés de 71 años, cuya aprobación ha caído a alrededor de un 25 por ciento por dudas sobre su liderazgo, también necesita una cumbre exitosa para acabar con las especulaciones de que su partido le expulsará cuando acabe el boato diplomático.
A finales del año próximo puede celebrarse elecciones generales.
"El peor escenario es no tener un acuerdo de ningún tiempo que el G8 y el MEM puedan explicar al mundo exterior", dijo a Reuters Koji Tsuruoka, director general para asuntos globales del Ministerio de Exteriores de Japón.
"Si sales con un documento muy vacío que no dice nada, se atribuiría a que el presidente carece de liderazgo, aunque puede no ser necesariamente culpa del presidente".
Los líderes del G-8 acordaron el año pasado en Heiligendamm, Alemania, considerar seriamente establecer el objetivo mundial de reducir a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050.
Los activistas a favor del clima dicen que la cumbre de este año debería ir más allá al respaldar que ese objetivo, comparado con los niveles de emisión en 1990, y vincularlo a objetivos claros y específicos a medio plazo para los países en desarrollo.
Pero las peleas entre los miembros del G-8 y entre los países desarrollados y el mundo en desarrollo ha despertado dudas sobre cuánto pueden lograr los líderes la próxima semana.