Las lecturas del satélite de la ESA Sentinel-1A son reveladoras. Austfonna tiene un grosor máximo de 560 metros, pero en algunas zonas este grosor se ha reducido en hasta 50 metros desde el 2012. Durante las dos últimas décadas, la pérdida de hielo se ha incrementado significativamente y se ha extendido hasta 50 kilómetros hacia el interior del glaciar. Una pérdida que puede apreciarse claramente en esta imagen, con las regiones más afectadas a lo largo de los años señaladas en color rojo.
Viendo estas imágenes, a todos se nos encienden un letrero en la cabeza con las palabras “cambio climático” en él. Sin embargo, los responsables del estudio, que acaba de publicarse en el Geophysical Research Letters, se muestran cautos. Aunque se ha percibido un aumento gradual en las temperaturas tanto del Océano Ártico como del cercano Mar de Barents a lo largo de los últimos años, está por ver que esto esté afectando directamente al glaciar. Desde un punto de vista científico, todavía hay que aplicar más datos a los modelos que existen para decidir si en este caso coincidencia equivale a correlación.
Mientras tanto, los más de treinta millones de kilómetros cúbicos de hielo que cubren algunas regiones de la Tierra continúan en severa recesión. Actualmente, el Océano Ártico es mucho antes un mar con grandes bloques de hielo flotando sobre él que la masa compacta que fue en su momento. De hecho, si continúa la tendencia actual, podríamos llegar a un escenario en el que, durante los meses de verano, el Océano perdiera por completo su hielo, con consecuencias que todavía estamos por prever.
Fenómenos similares se están repitiendo a lo largo de todo el globo, desde Alaska a la Antártida, a un ritmo que asusta. Continúan las advertencias cada vez más serias de la comunidad científica, mientras en numerosos países costeros se diseñan planes para atajar una subida del nivel del mar que, a distintos niveles, puede poner en riesgo la vida de miles de personas. Hay algo de fatalidad en contemplar la tragedia acercándose y no hacer nada para atajar la verdadera raíz del problema: el aumento global e imparable de temperaturas en la biosfera causado por la actividad humana.
Ahora que tenemos datos en la mano de la desaparición acelerada de una joya de la biodiversidad como el Austfonna, ¿haremos algo?¿O simplemente dejaremos que se derrita, como un cubito en el fondo de un enorme vaso?