El Grupo Palinología y Conservación Vegetal del Instituto Hispanoluso de Investigaciones Agrarias (CIALE) de la Universidad de Salamanca estudia las especies vegetales invasoras presentes en Castilla y León. De acuerdo con sus estudios preliminares, solo en la provincia de Salamanca habría cerca de 80 especies de plantas foráneas, muchas de las cuales se habrían naturalizado y estarían desplazando a las autóctonas, causando por ello problemas en distintos ecosistemas.
“Algunas especies son de nueva llegada, mientras que otras ya casi están naturalizadas, y unas causan más problemas que otras”, declara José Ángel Sánchez Agudo, uno de los investigadores. Por el momento, la labor del grupo en este tema es documental y de realización de modelos de distribución potencial para más adelante pasar a realizar trabajo de campo.
Uno de los principales ejemplos de plantas alóctonas o exóticas en la provincia de Salamanca es la conocida como hierba de la Pampa (Cortaderia selloana), que procede de América del Sur y se usa habitualmente en jardinería. “Hasta hace poco en Salamanca solo se localizaba donde se había plantado con ese interés ornamental, pero ya existe constancia de su presencia de forma espontánea en muchas zonas, sobre todo en la vega del río Águeda, y no cabe duda de que se extenderá más”, señalan los científicos.
Otro caso destacado es el del árbol Acacia dealbata, conocido como mimosa, que es habitual encontrar asilvestrado en las sierras del sur de Salamanca. El principal problema de las plantas invasoras es que compiten por el mismo hábitat que las especies autóctonas y en ocasiones las pueden desplazar porque tienen una mayor capacidad para proliferar.
En determinados casos, las especies invasoras pueden generar problemas al ecosistema en general, afectando gravemente incluso a animales. Es el caso de algunas plantas acuáticas que pueden crear sombra o generar una baja concentración de oxígeno que perjudique a los peces y a otros habitantes de las aguas que colonizan.
La dificultad de tomar medidas
Tomar medidas ante esta situación es una tarea complicada. “Creo que es una batalla perdida, lo único que se puede hacer es tratar de favorecer a las especies locales o de controlar la expansión de las foráneas, pero erradicarlas es imposible”, apunta José Ángel Sánchez Agudo, sobre todo teniendo en cuenta que cuando se detecta el problema ya suele estar muy extendido.
Los investigadores trabajan con sistemas de información geográfica (SIG) para realizar modelos de distribución que puedan predecir la presencia de algunas especies. Estos modelos incorporan información de los lugares en los que se halla una determinada planta, por ejemplo, la temperatura, la precipitación, las características topográficas o la huella humana en forma de infraestructuras como carreteras o ciudades. Toda esa información se extrapola a otras zonas para determinar cuáles son los lugares con características idóneas para la presencia de cada especie.
Los modelos matemáticos ofrecen una pista sobre dónde buscar, aunque existen otros factores, como la competencia con otras especies, que son muy difíciles de cuantificar. Es en este punto donde radica la importancia de los futuros trabajos de campo que el grupo pretende realizar en los próximos años, puesto que “gracias a ellos se podrá comprobar la validez de dichos modelos, así como su posible mejora, e incluso valorar elementos desconocidos hasta el momento que posean una influencia notable en la expansión de estas especies”.