Talasoterapia, aprovechamiento de algas para gastronomía o captura de carbono; los nuevos usos de uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad, las marismas mareales, se imponen como motor revitalizador de algunas de las economías más castigadas de España.
La Bahía de Cádiz está compuesta en un 80 por ciento por estos sistemas vivos y dinámicos, profundamente adaptados al manejo humano, que les ha dotado de atributos especiales y únicos para la proliferación de determinados endemismos.
Más de medio millón de personas viven en su entorno y se interrelacionan con él; las marismas no son pues territorios vírgenes, sino espacios transformados por el hombre para su aprovechamiento y cuya supervivencia depende al mismo tiempo de él.
Antonio Gómez, director del Parque Natural Bahía de Cádiz, ha explicado que "tradicionalmente, el estuario ha tenido un aprovechamiento pesquero y marisquero artesanal muy reconocido y de amplia distribución, así como salinero, ya que fuimos una de las zonas de producción de sal más importante del mundo."
En la actualidad, la extracción artesanal de sal en la Bahía de Cádiz se limita a una decena de salinas de las casi 200 que llegó a concentrar el estuario, y que tratan de sobrevivir frente a las grandes industrias salineras ubicadas en el entorno.
El abandono progresivo de las salinas acabó consumiendo las economías familiares, aumentó el desempleo en esta provincia tan castigada y sumió en un estado de degradación ambiental a un espacio acostumbrado desde tiempos de los fenicios a la mano del hombre.
"Cuando una salina se abandona, se colmatan los caños y los cristalizadores y se convierte en un polvero salino, que es rechazado incluso por las aves", ha explicado Juan Martín, presidente de Salarte, una ONG que gestiona la antigua salina de La Covacha como reserva para la biodiversidad marina y acuática.
Se trata de un espacio "irrecuperable para el negocio salinero pero de una enorme calidad ambiental", ya que el sistema de caños y esteros diseñados por salineros y mariscadores durante siglos dibujaron en ella un paraíso de nuevos nichos tróficos para peces y aves y dotó de vida a sus fondos mareales.
El objetivo es demostrar la realidad socioecosistémica de la marisma salinera, en la que el uso sostenible y el aprovechamiento acuícola extensivo "genera riqueza sin menoscabar los índices biológicos y económicos de la zona", ha asegurado Juan Martín.
De hecho, Salarte apoya a los mariscadores y pescadores tradicionales con el fomento de estas actividades en La Covacha, donde Juan y Ricardo Ariza extraen camarones, "ostiones", langostinos o pescado ecológicos.
"Tratamos de poner en marcha un proyecto que concilie la potenciación de la biodiversidad, la extracción de productos autóctonos y el mantenimiento de estas familias en el manejo de las marismas", ha explicado Juan Martín.
El Fondo para la Custodia y Recuperación de la Marisma Salinera, Salarte, ha impulsado también la recuperación de otra salina, la de San José, mediante un proyecto para hacer "más amigable" un terreno del extrarradio del Puerto de Santa María que convenció a la administración andaluza.
"Es el inicio de una nueva visión del parque", ha asegurado Antonio Gómez, quien espera que en un año esa zona marginal pueda estar recuperada para el uso público y para uno de los tesoros principales de esta tierra, las aves.