Giovanny Garavito, director del Grupo de Investigación en Farmacología de la Medicina Tradicional y Popular de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), han dedicado los últimos 12 años a confirmar en laboratorio las propiedades antimaláricas de 10 especies vegetales que en Colombia se han usado de manera popular para tratar los síntomas de la malaria
En otras palabras, el conocimiento tradicional se está validando de forma científica para que se siga usando con la certeza de que sí funciona.
Para el científico Garavito, debido a las dificultades de acceso a los medicamentos que se presentan en zonas endémicas, “las terapias populares, cuya actividad ha sido validada, representan una alternativa económica y asequible para las comunidades, ya que las especies vegetales se pueden cultivar en huertas caseras”.
Por ejemplo, antes de la Artemisia annua (de la cual se extrae la molécula artemisinina) la historia documenta la buena reputación de la corteza pulverizada del árbol de quina que usaban los indígenas de la Amazonia peruana y colombiana para tratar las fiebres intermitentes. Un siglo después fue denominada Cinchona y dio lugar a la quinina, alcaloide natural que aún se puede utilizar en los casos de malaria resistente.
La naturaleza es el mejor innovador en cuanto a sustancias químicas se refiere, acota Garavito. En 2006, su trabajo con ocho extractos vegetales de reconocida actividad antimalárica se publicó en el Journal of Ethnopharmacology, allí, junto con otros académicos, entre ellos el químico farmacéutico francés Eric Deharo, probaron que dos de las ocho plantas analizadas (la Abuta grandifolia, conocida popularmente como abuta, y la Acacia farnesiana, también llamada espinillo blanco) mostraron actividad in vitro y en roedores (in vivo).
Inhibiendo la acción del parásito
“Hacer análisis in vitro, es decir, poner la molécula de manera directa al alcance del parásito, suele resultar más promisorio. En cambio, en las pruebas in vivo, la molécula debe atravesar el tracto gastrointestinal, llegar al torrente sanguíneo, permear las membranas del eritrocito (glóbulo rojo) y luego las del parásito para provocar la respuesta esperada. Es todo un reto lograr que la actividad de la molécula se mantenga después de superar este recorrido. Por lo anterior, pocas moléculas son activas in vivo, lo cual le otorga un enorme valor a nuestra investigación”, añade el científico Garavito.
Así mismo, en el laboratorio tomaron cinco grupos de ratones y les inyectaron, desde el día cero, una carga parasitaria de Plasmodium berghei. Cabe anotar que el parásito de la malaria, comparado con otros microorganismos eucarióticos (células que tienen su material hereditario dentro de una doble membrana), ocupa menor proporción de su genoma en la codificación de enzimas y transportadores, pero mayor proporción de genes a la evasión del sistema inmune y a las interacciones con sus hospederos.
Se tuvo especial cuidado en seleccionar roedores jóvenes, de 18 a 22 gramos (g) de peso, que son los más susceptibles al parásito de la malaria. En humanos, los niños y las mujeres, particularmente en condiciones de pobreza, son los más vulnerables al ataque de la enfermedad.
Una vez infectados los roedores, un grupo recibió el solvente vehículo de los tratamientos (placebo), a otro se le dio cloroquina, y a los demás, extractos de cada planta. En total fueron cuatro administraciones de cada sustancia por igual número de días, al cuarto día se analizó una muestra de sangre periférica para cuantificar el porcentaje de eritrocitos (glóbulos rojos) con parásitos en su interior (parasitemia).
“En los roedores tratados con las especies Abuta grandifolia y Acacia farnesiana se inhibió en un 66 % y 32 % respectivamente, el desarrollo del parásito”, explica Garavito. La abuta crece en el Amazonas y en el Putumayo, donde se usa a modo de infusión para tratar fiebres maláricas, y el espinillo blanco se encuentra en el Valle del Cauca y en el Tolima.
Estos resultados son esperanzadores si se tiene en cuenta que en Colombia la malaria no da tregua. Según el Instituto Nacional de Salud (INS) en las últimas tres décadas se han registrado promedios anuales de 120.000 a 140.000 casos”.
Quassia amara: otra planta promisoria
En la Guyana Francesa son bien conocidas y aprovechadas las propiedades antimaláricas de la Quassia amara, planta que llegó a ser muy famosa en las farmacias occidentales hasta mediados del siglo XX.
Sin embargo, un estudio sobre el paludismo en dicha región, llevado a cabo por científicos del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo (IDR), en 2005, probó su actividad antipalúdica en experimentos con ratones (se logró una inhibición del 62 % de la parasitemia).
En los próximos meses, el experto Giovanny Garavito y su equipo analizarán en laboratorios de la U.N. las propiedades de la Quassia amara presente en territorio colombiano; en las plantas, puntualiza, podría haber respuesta a muchos de los problemas que hoy aquejan a la humanidad, y lo mejor del caso es que están al alcance de todos.