Los mandatarios de 195 países se han reunido en París desde el día 30 de noviembre para ponerle el termómetro al planeta.
Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos en nuestros tiempos es el cambio climático, y no, no es alarmismo, es la realidad que, lentamente, está transformando el clima en las ciudades y el campo, fundamentalmente, por la acción del hombre.
No es demagogia, es la cruda realidad a la que nos tenemos que enfrentar si queremos dejar un espacio vivible para las generaciones del futuro.
Es necesario hacer un ejercicio de reflexión y preguntarnos: ¿qué es lo que puedo hacer yo para atenuar el ritmo y los efectos el cambio climático? Recomendaciones y consejos hay muchos, pero hay que tener la voluntad y valentía de ponerlos en práctica.
En la agricultura no nos salvamos tampoco de las consecuencias que el calentamiento de la Tierra tendrá para nuestros cultivos. Nos aventuramos a imaginar que, en países húmedos como UK, puedan llegar a ser viables cultivos y ganaderías que hasta ahora no habían trabajado.
La duda es qué ocurrirá, por otro lado, en países áridos como es España ¿hasta dónde avanzará el desierto? Por el momento nuestros olivos, nuestros almendros y viñedos son en muchas zonas áridas el último baluarte contra la erosión y el único filtro de carbono y un aislado refugio para la fauna, haciendo posible la permanencia de los seres humanos.
Pero en el futuro ¿en qué ramas se podrían posar los búhos y las lechuzas? ¿De qué agua nos aprovisionaremos los seres humanos en estas áreas que, con toda probabilidad, estarán desiertas?
El sector en el que trabajamos requiere de estrategias a largo plazo y el fenómeno del clima es fundamental.
Somos la despensa de nuestros iguales y eludir el cambio climático es una temeridad.
No se pueden tomar decisiones sólo con las variables de hoy, necesitamos pensar en el futuro para prepararnos al presente y hacer todo lo que esté en nuestra mano para colaborar en esa carrera contrarreloj que está suponiendo el aumento de temperatura de la Tierra.
Implantar medidas eficientes, como el riego a goteo, electrificando las zonas rurales, el uso de energías sostenibles como la fotovoltaica o la biomasa – procedente, además, de nuestros montes y fuerte generadora de empleo y riqueza en el medio rural, - podrían ser parte de la solución; también la distribución, con sistemas logísticos eficientes o con el uso envases sostenibles pueden ayudar a reducir la huella medioambiental, sin olvidarnos de medidas contra el despilfarro alimenticio.
Impulsemos un compromiso de todos los agricultores y ganaderos que nos lleve a potenciar medidas responsables con el entorno, a generar modelos de comportamiento eficientes y, en resumidas cuentas, a apostar por un futuro, que desde el presente, construyamos en el marco de la sostenibilidad de nuestro planeta.
Para poder hacerlo, necesitamos sentirnos que no somos islas, que estamos en un proyecto común que además debe ser mundial debe disponer de las ayudas necesarias para reconvertir nuestra actividad y hacerla baja en carbono.
Necesitamos recibir, por parte de la Administración ese impulso que se requiere para invertir en nuevas técnicas, y una clara hoja de ruta pero no podemos tampoco eludir de ninguna de nuestras responsabilidades individuales ni como sector
Si lo hacemos garantizaremos el bienestar a la sociedad del futuro que no será sino la de nuestros hijos y nietos.
Los 195 países reunidos en París firmaron, el sábado 12 de diciembre, el Acuerdo a través del cual se comprometen a llegar a final de siglo con un aumento de la temperatura por debajo de los 2ºC, a 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales.
A lo largo del documento se ponen en valor distintos ámbitos de actuación entre los que se encuentra también la producción de alimentos, llamando a una necesidad de reconversión y adaptación para producir de una forma sostenible y reduciendo las emisiones de CO2.
Nuestra organización se muestra esperanzada con este objetivo y espera que parte de los fondos que se han comprometido para tal fin sirvan para paliar los efectos del cambio climático en la agricultura.
Hay pensar a largo plazo, cada uno en su parcela de actividad. Todos somos corresponsables del devenir de la Tierra.