El cine y la televisión se han encargado de mostrarnos la romántica tradición de besarse bajo el muérdago. Sin embargo, estas navideñas plantas son mucho más que adornos para algunas especies de ave: en esta época del año son su medio de supervivencia.

Antes de su incorporación al catálogo de adornos navideños, el muérdago ya había despertado el interés del ser humano. Tanto en la Antigua Grecia como en el Imperio Romano se le atribuían múltiples propiedades curativas. Su relación con el amor quizá venga de la tradición celta: al ser una planta que puede dar frutos en invierno, se asociaba con la fertilidad. La actual tradición de robar besos bajo el muérdago en Navidad surgió en torno a principios del siglo XIX en Inglaterra, probablemente entre el personal de servicio de las grandes casas.

Pero mientras el ser humano pensaba qué provecho sacar a la planta, algunas especies de aves lo han tenido claro desde el principio. Como explica Juan Carlos del Moral, coordinador de área de seguimiento de SEO/BirdLife, en el invierno determinadas especies tienen una dependencia casi completa de los frutos del bosque y  esta planta semiparásita es un buen filón. Suele crecer en los troncos y ramas de los árboles gracias a que las aves las han sembrado allí.

Es el caso, por ejemplo, del zorzal común, el zorzal charlo y el zorzal alirrojo, muy habituales en los meses de invierno.

La dependencia no es unidireccional. Al igual que otros arbustos y árboles, el muérdago también porfía su supervivencia a la actividad de estos pájaros, encargados de dispersar sus semillas.Toda una simbiosis.

El acebo común es otro clásico de la decoración navideña. Se trata de una especie protegida que también resulta clave para la alimentación invernal de algunas aves, como es el caso de petirrojos, mirlos y currucas capirotadas.



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