En este momento, las orugas han completado su fase de desarrollo y descienden de los árboles para enterrarse, por lo que se recomienda no tocarlas debido a su poder urticante

El Departamento de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Administración Local constata una mayor incidencia de la procesionaria del pino, debido a las buenas temperaturas de este invierno. A pesar de ello, Medio Ambiente, que realiza tareas de seguimiento de los niveles de infestación, no considera necesario actuar, debido a que esta plaga no pone en riesgo la estabilidad de los pinares atacados. 

Sin embargo, advierte a las personas que disfrutan al aire libre de la buena meteorología que estas orugas en este momento son visibles en los árboles y en el suelo, y tienen pelos urticantes que provocan reacciones alérgicas. Por ello, recomienda no tocarlas ni permitir que los animales de compañía lo hagan. 

De larva a mariposa   

La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa shiff) es un lepidóptero del ámbito mediterráneo, presente en todos los pinares de Navarra, principalmente en las variedades de pino laricio (Cuenca de Pamplona y Zona Media), y de pino silvestre (Urraul, Roncal, y Salazar). 

Entre finales de junio y primeros de julio aparecen los primeros adultos, es decir, las mariposas, cuya vida tiene una duración de uno o dos días. Tras el apareamiento, las hembras fecundadas vuelan hacia los pinos, donde depositan los huevos y mueren. 

A finales julio y principio de agosto aparecen las primeras orugas (larvas), que se alimentan de las hojas de los pinos (acículas), y sirven de alimento a otros pequeños animales, por lo que son importantes dentro de la cadena trófica (alimentaria) de la naturaleza. Posteriormente, a mediados o finales del otoño, las orugas construyen un bolsón sedoso de refugio a modo de nido, generalmente en zonas altas y soleadas de las copas, fácilmente visibles en los pinos. En estos bolsones completan cinco estadíos de crecimiento. Durante su permanencia en los bolsones, salen por la noche para alimentarse de las hojas de los pinos, mientras que durante el día se refugian en el bolsón. 

Tras completar su desarrollo en los bolsones de las árboles, a final del invierno (habitualmente entre mediados se enero y finales de marzo, dependiendo de las condiciones meteorológicas) las orugas descienden hasta el suelo en procesión (de ahí el nombre coloquial de “procesionaria del pino) a enterrarse (pupar), momento en que son visibles, por lo que desarrollan vellosidades urticantes para defenderse de sus depredadores y, que al contacto con la piel o mucosas, pueden producir reacciones adversas. 

Este invierno, debido a que se están registrando temperaturas más suaves, las orugas han sufrido menos mortandad natural, por lo que muchos más nidos han estado ocupados. De forma paralela, los enterramientos se están concentrando durante un período más corto de tiempo. En este sentido, cabe destacar que las bajas temperaturas son uno de los principales factores que afectan al desarrollo y la supervivencia de las orugas, ya que se consideran los -7 ºC como comienzo del umbral mortal en cada ejemplar, y de -10 ºC para toda la colonia. 

Una vez que las orugas se entierran ya no salen al exterior, y comienzan su transformación para convertirse en mariposas, que saldrán de la tierra a principios del verano, para completar así un nuevo ciclo. 

Medidas de control 

Medio Ambiente no considera necesario adoptar este año medidas especiales contra esta especie, ya que no está en riesgo la estabilidad de las masas forestales. 

Con carácter general, la pérdida de hojas de las que se alimentan las orugas debilita el pino, pero no suelen causar su muerte. Los árboles se recuperan de forma natural, aunque tardan algunos años en recuperar todo su follaje y su ritmo de crecimiento. Además, los estudios realizados al respecto demuestran que la mortandad de pinares como consecuencia de la procesionaria es muy baja. 

Respecto a su control en los bosques, la fumigación aérea no se aplica en Navarra desde hace años, ya que no es un método selectivo y su eficacia es relativa. 

En casos de incidencia localizada (parques, jardines o ejemplares aislados) se pueden cortar y quemar las ramas con bolsones antes de que aparezcan las procesiones descendientes, ya que posteriormente los nidos se encuentran vacíos y el tratamiento no tiene sentido. También cabe aplicar tratamientos químicos puntuales y dirigidos mediante mochilas o cañones nebulizadores acoplados a vehículos.



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