"Hay que cuidar el envoltorio en el que estamos metidos durante muchas horas al día", porque los ambientes del hogar son "nuestra segunda piel", ha advertido a Efe la arquitecta técnica, carpintera y formadora en bioconstrucción Mónica Cebada.
Por ello, las personas que contratan este tipo de obra "suelen estar preocupadas tanto por su salud como por el medio ambiente, quieren mejorar su calidad de vida profundamente", motivo por el que las bioconstrucciones requieren una relación "cercana" con el cliente para conocer sus necesidades reales.
"La tipología es amplia, desde una vivienda hasta una sala multiusos o de exposiciones, centros de yoga o de interpretación para la naturaleza…, y la altura de la edificación puede ser la de una casa convencional", ha añadido Cebada.
La paja es el tallo seco de algunas plantas y en especial de los cereales que, generalmente, se desecha una vez recolectado el grano en la producción anual.
A veces se emplea para alimentar el ganado pero en otras ocasiones "no se le da salida alguna y acaba quemada o podrida" cuando, bien utilizada, cualquier especie puede servir para levantar un hogar confortable, limpio y natural siempre que sea de caña larga "en la medida de lo posible" y no se haya empapado en el campo.
Cualquier técnica de construcción que incluya paja "debe tener un zócalo o muro que la preserve de la humedad del suelo", además de una tela impermeable para proteger la vivienda, aclara esta experta.
En el caso de las cubiertas o tejados, deben disponer de aleros para evitar que la lluvia recaiga directamente sobre el muro "y también hay que aislar las ventanas para que no tengan ningún punto débil y queden totalmente resguardadas".
El hecho de que los materiales para la bioconstrucción se extraigan de un lugar cercano a la casa -reduciendo así sus costes de transporte- se traduce en otro beneficio "tanto económico como medioambiental".
Aún así, una obra de estas características "supone el mismo coste que una tradicional, dado que es un trabajo artesanal", ha explicado Cebada quien también apunta que, si los propietarios participan en alguna fase del proceso de edificación, "pueden ahorrar dinero".
Uno de los puntos importantes radica en la elección de un diseño bioclimático acorde con el lugar en el que se vaya a ubicar la casa porque "no es lo mismo un sitio de playa que uno de interior…, por ejemplo, en Andalucía se juega mucho con los patios para crear sistemas de refrigeración natural", apostilla.
El biodiseño resulta entonces "fundamental" desde el punto de vista energético y a menudo incluye un estudio para combinar "la recogida de aguas pluviales, grises y fecales, con retretes secos" o cajones de recogida de heces para su compostaje.
En cuanto al calor del hogar, "se trabaja con la denominada calefacción pasiva, para aprovechar el sol vertical durante el verano y con la creación de grandes ventanales en dirección sur para el invierno".
Una vivienda de paja puede edificarse en cualquier sitio, explica Cebada, aunque en el caso de las grandes urbes "no suele compensar el gasto" por los elevados precios del metro cuadrado, motivo por el que este tipo de inmuebles "se sitúa en entornos más rurales como pueblos o pequeñas ciudades".
Incluso al final de sus días estos edificios resultan ecológicos porque "los restos de una vivienda bioconstruida con paja forman un compostaje que ayudará a la creación de espacios verdes en la zona, a diferencia de las toneladas de hormigón y otros materiales que se desechan en la construcción convencional".