El carbón tiene un largo futuro por delante, pero las emisiones de CO2, no. Éste podría ser el lema de la planta piloto de enterramiento de CO2 (Carbon Capture and Storage, o CCS) inaugurada en Stemberg (Brandenburgo, este de Alemania).
Pionero en todo el mundo, el proyecto de la empresa sueca Vattenfall es una de las grandes esperanzas para frenar las emisiones contaminantes sin necesidad de cambiar la fuente energética básica y puede convertirse en una medida eficaz para mitigar el cambio climático.
A diferencia de las centrales eléctricas convencionales de carbón, esta nueva planta no emite a la atmósfera los gases de efecto invernadero, sino que el dióxido de carbono se separa durante la combustión del carbón -en concreto, lignito- y pasa a ser transportado y almacenado bajo tierra.
El CO2 se inyecta en unos depósitos de gas natural empobrecido situados bajo unos terrenos de Altmark, en el norte de Alemania, para un almacenamiento permanente. «Con este proyecto, tenemos a nuestra disposición un laboratorio único en el mundo para examinar en detalle el almacenamiento de dióxido de carbono bajo tierra y su interacción con la geosfera y la biosfera», comenta Reinhard Hüttl, director ejecutivo científico del Centro Alemán de Investigación para geociencias.
La tecnología que sitúa esta planta a la cabeza mundial en el almacenamiento de CO2 y que permite este procedimiento es el proceso de Oxy-fuel (oxigeno y material combustible). En lugar de realizar la combustión con aire, quema el combustible con oxígeno puro y unos gases de escape que recirculan. Con la descondensación de las emisiones residuales es posible separar el dióxido de carbono de los gases y, aplicando alta presión, convertirlo en material líquido. De esta manera, el CO2 se transporta y almacena a más de 600 metros de profundidad, de tal manera que no incide en el calentamiento global.
La formación de reservas de dióxido de carbono bajo tierra sucede en ocasiones de manera natural cuando el gas se queda atrapado por rocas sedimentarias en formaciones geológicas. Otros proyectos basados en la misma técnica almacenan el dióxido de carbono bajo el mar o en formaciones geológicas ricas en agua salada, que absorbe parcialmente el CO2 y hasta produce reacciones con los minerales para crear carbonatos.
Críticas de los ecologistas
Los ecologistas alemanes, sin embargo, ya han puesto el grito en el cielo criticando que este proyecto es sólo una operación estética que no soluciona de verdad en problema del calentamiento global del planeta. La Federación para el Medio Ambiente y la protección de la naturaleza (BUND) acusa a Vattenfall de producir una parte importante de su electricidad con lignito, que es especialmente perjudicial para el medio ambiente, y de haber inaugurado dos nuevas centrales eléctricas convencionales en Hamburgo y Berlín con elevadas emisiones de gases de efecto invernadero.
Vattenfall ha invertido 70 millones de euros para este proyecto piloto que empezó a construirse en 2006 y que funciona desde ayer con un rendimiento de 30 megavatios. La compañía sueca prevé alargar esta fase de prueba, en que se seguirá investigando y perfeccionando su técnica para hacerla apta para el mercado, como muy tarde hasta 2015. En esa fecha, Vattenfall planea otras dos centrales eléctricas de prueba en Alemania y Dinamarca, con una potencia 10 veces superior a la actual planta.
En 2020, las emisiones de gases de efecto invernadero en la central de Stemberg se habrían reducido en un 40%, según Vattenfall. Esa sería la fecha para empezar a producir esta tecnología en serie a escala industrial.
Desde la alemana EON, su presidente Wulf Bernotat ha comunicado que su empresa tiene siete proyectos CCS previstos en Alemania y Holanda, y que invertirá unos 100 millones de euros para las primeras plantas piloto. Igual que Vattenfall, EON se marca el 2020 como fecha para comercializar esta tecnología.