Doñana, Delta de l’Ebre y L’Albufera de Valencia se encuentran en una situación crítica
SEO/BirdLife ha analizado las amenazas que afectan a los tres humedales más relevantes del país -Donaña, Delta de l’Ebre y L’Abufera de Valencia-, y concluye que su actual situación puede ser irreversible si no se actúa con rapidez. Los compromisos con su futuro son necesarios, este mismo año.
“No nos podemos permitir aplazarlo un año más. La situación de Doñana, Delta de l’Ebre y L’Albufera de Valencia está entrando en un punto de no retorno. Nuestros nietos ya no podrán ver los humedales que conocieron sus abuelos pero, si no actuamos, tampoco verán los humedales tal y como los conocimos nosotros”, señala la directora ejecutiva de SEO/BirdLife, Asunción Ruiz.
Doñana
El único humedal español declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y el más extenso del país, sufre el embiste de múltiples amenazas. De todas ellas, la sobreexplotación del acuífero que abastece a la zona está poniendo en tela de juicio la supervivencia del Parque Nacional, amenaza que se suma a las más de 170.000 hectáreas de humedales naturales que han perdido las marismas del Guadalquivir en los últimos 60 años. Se calcula que existen unos 1.000 pozos ilegales, y la superficie de regadío sigue aumentando: en apenas cinco años, entre 2004 y 2009, creció un 18,5% sólo en la zona norte de regadío que rodea el espacio natural.
El acuífero ubicado bajo Doñana se encuentra en alerta. De los 16 sectores en los que se divide, cuatro se hallan en prealerta, ocho en alerta y otros cuatro en alarma, el estado más grave. Lagunas que se secaban de forma puntual ahora se secan todos los veranos, y otras masas de agua, consideradas permanentes, sufren altos grados de desecación que afectan a la superficie de encharcamiento. A ello se añade que los ríos y arroyos que vierten sus aguas a Doñana, como el Guadiamar, han visto alterado su funcionamiento hidrológico: ya no vierten sus aguas de forma permanente sino de forma estacional y su aportación se ha reducido a la mitad. Especies como la cerceta pardilla, un pato que antes reinaba en la marisma, ahora brilla por su ausencia en el espacio, lo que advierte del grave problema al que se enfrenta el espacio y su comunidad ornitológica.
Delta de l’Ebre
El extenso delta formado en la desembocadura del río más caudaloso de España conforma un ecosistema dinámico en el que aguas dulces y saladas interactúan para generar un humedal de gran biodiversidad y que el ser humano ha explotado de forma sostenible desde hace siglos. Baste un ejemplo de la importancia de los aportes fluviales al mar: cada metro cúbico por segundo de agua del caudal medio que el Ebro vierte al Mediterráneo en época de puesta propicia al año siguiente unas capturas aproximadas de 114 kilos en la flota pesquera del entorno del Delta.
El mar Mediterráneo, con corrientes oceánicas modestas, es relativamente pobre en nutrientes. Por ello, la riqueza natural depende en gran medida de las aportaciones locales como la del Ebro. El problema es que la cantidad de agua y de sentimientos que llega al mar es cada vez menor. A ello se suman los efectos derivados de la subida del nivel del mar -entre otras cuestiones, como consecuencia del cambio climático- y la erosión de la costa.
L’Albufera de Valencia
Hoy en día, la laguna está fundamentalmente poblada por una sopa verde de microalgas que se acumulan en la superficie, lo cual ha oscurecido y enturbiado las aguas, impidiendo que afloren plantas en el subsuelo y, en consecuencia, reduciendo la diversidad piscícola y ornitológica ¿Qué ha ocurrido? La histórica presencia humana en este humedal, gracias a la riqueza de recursos que aportaban los ríos Turia y Júcar, aumentó hace unos 40 años, y el incremento de vertidos industriales y urbanos que acompañó a esa intensificación ha alterado por completo el ecosistema.
Las aguas residuales y los retornos de riego que llegan a l’Albufera aportan al lago cantidades importantes de nitratos y fosfatos, provenientes de productos como fertilizantes y detergentes. Este desequilibrio del ciclo de nutrientes es el campo perfecto para el crecimiento de fitoplancton -las mencionadas microalgas- e impide el normal desarrollo de una comunidad diversa de fitoplancton, zooplancton y otras plantas acuáticas. Si no existe un balance adecuado de los tres componentes, el estado de ecológico de una masa de agua se resiente y, con él, todas las especies que hasta entonces vivían en el espacio natural.