La espectacular mosca que caza como un halcón
Cuando el equipo de Paloma Gonzalez-Bellido, de la Universidad de Cambridge, comenzó a estudiar el sistema visual de la diminuta mosca Holcocephala no podía dar crédito a lo que estaban viendo. La pequeña “mosca ladrona”, del tamaño de un grano de arroz, posee unos ojos compuestos tan complejos y sofisticados como los de las libélulas pero en una décima parte del espacio, y su sistema visual le permite realizar auténticas proezas en vuelo, cazando a presas a las que localiza a medio metro de distancia y sobre las que se abalanza con precisión en unas décimas de segundo.
Para poner a prueba estas capacidades, los investigadores realizaron una serie de experimentos mediante un hilo de pescar y pequeños señuelos que la mosca atrapaba mientras la filmaban con cámaras de alta velocidad. Gracias a los vídeos, los científicos han comprobado que el insecto es capaz de volar en línea recta hacia su objetivo y acoplarse a él cuando está a una distancia de 30 centímetros, de tal manera que puede capturarlo aunque este cambie de trayectoria.
Pero el auténtico secreto de este depredador voraz está en sus ojos. Las grabaciones también revelaron que las moscas – cuyo cuerpo mide unos 6 mm – son capaces de detectar presas inferiores a 2 mm a una distancia hasta 100 mayor que la longitud de su propio cuerpo, lo cual implica una agudeza visual insólita en este tipo de criaturas. “Sabíamos que estas moscas tendrían mejor visión que otras, pero nunca imaginamos que batirían a las libélulas, que son diez veces más grandes, en cuanto a resolución espacial de la retina”, asegura Gonzalez-Bellido.
En un trabajo publicado en la revista Current Biology, los investigadores detallan las adaptaciones en la estructura del ojo de la mosca ladrona que han optimizado su resolución espacial. Como todas las moscas, este insecto tiene ojos compuestos de miles de pequeñas lentes, pero en su caso estas lentes van cambiando de tamaño, desde las más grandes – de unas 78 micras – que se concentran en la zona central, a las más pequeñas, que se sitúan en los laterales. Esto, combinado con la existencia de una serie de receptores de luz, genera un área de gran agudeza visual equivalente a la fóvea de los humanos.
“Hemos demostrado que cuando un sistema nervioso tan pequeño está bajo gran presión, las adaptaciones resultantes permiten al animal encontrar soluciones que a menudo atribuimos solo a animales más grandes”, asegura Gonzalez-Bellido. “Como la fóvea, por ejemplo, que se conoce en depredadores mucho más grandes, incluidos los humanos”. En otras palabras, concluyen los autores, hasta las criaturas más pequeñas pueden desarrollar habilidades sensoriales y cognitivas impresionantes, que ahora estudian cómo aplicar a pequeños robots o drones.