Al margen de calendarios y relojes, todos experimentamos el tiempo mediante jornadas laborales eternas y semanas de vacaciones que se pasan volando; minutos insufribles de aburrimiento y películas de tres horas que se acaban sin que nos demos cuenta.
Es un fenómeno psicológico incuestionable, pero hasta ahora se desconocían los resortes biológicos concretos que lo producían.
Investigadores del Champalimaud Centre for the Unknown, en Lisboa, acaban de publicar en la revista Science los resultados de un experimento con ratones que identifica las neuronas asociadas a la sensación subjetiva del paso del tiempo.
Desde hace algunos años, ese equipo de científicos estudiaba la manera cómo el cerebro humano conectaba causas con efectos a lo largo del tiempo, pero una vivencia del investigador principal, Joe Paton, centró su interés en la percepción subjetiva de la duración.
Unos amigos de Paton sufrieron un accidente, y las horas que transcurrieron entre el instante en que se enteró del suceso y le comunicaron que los accidentados estaban bien fueron para él semanas. ¿Por qué?
Paton y sus colegas acotaron una zona muy concreta de exploración: una estructura profunda llamada sustancia negra, en el mesencéfalo. Sus neuronas segregan el neurotransmisor dopamina, sustancia generalmente asociada a la motivación, el placer y el deseo, pero que también tiene que ver con la estimación temporal: el párkinson, que destruye la sustancia negra, afecta a esa capacidad. Además, sus neuronas se conectan con otra zona, el cuerpo estriado, igualmente relacionada con la sensación subjetiva del tiempo.
El experimento consistió en adiestrar a los ratones para que, por ejemplo, estimaran si la duración entre dos tonos era mayor o menor que 1,5 segundos y medir a la vez mediante herramientas moleculares muy avanzadas la actividad de las neuronas productoras de dopamina. Cuando acertaban, los roedores recibían una recompensa.
Control neuronal
Así observaron no solo que las células nerviosas de la sustancia negra estaban efectivamente implicadas en la tarea, sino que, además, se encendían con diferentes niveles de intensidad siguiendo un patrón: a mayor actividad eléctrica, más posibilidades había de que los ratones de subestimaran la duración del intervalo, y cuanto menos funcionaban sus neuronas, este se les hacía más largo.
Las neuronas parecían reflejar información sobre la estimación del tiempo, pero ¿también controlan esa percepción? Para comprobarlo, los científicos usaron una técnica de manipulación neuronal llamada optogenética, mediante pulsos de luz, y el resultado fue positivo: cuando estimulaban la actividad, a los ratones el intervalo se les hacía más corto, y al contrario.
El problema es que no podemos saber lo que los animales de laboratorio sienten (no contamos, obviamente, con su testimonio), y es difícil extrapolar a los humanos, pero los investigadores creen que en nuestro caso deben estar involucrados mecanismos similares.
Fuente: Muy Interesante,