La capa de ozono ya no corre peligro
A mediados de los años 70, un grupo de científicos avisó sobre la paulatina destrucción de la capa de ozono que protege al planeta de la radiación ultravioleta. En 1985, un artículo de la revista Nature elaborado por científicos del British Antarctic Survey alertaba de un agujero en la capa de ozono sobre el Polo Sur, donde este gas se había reducido en un 50 %. Desde ese momento, el agujero de la capa de ozono pasó a ser una cuestión capital en la lucha por la conservación del medio ambiente.
¿Por qué se produjo esta disminución del gas ozono? El principal causante fue el creciente uso de los clorofluorocarbonos, conocidos popularmente como CFC, que provocan una mayor destrucción del ozono del que se forma, disminuyendo su concentración. Se trata de sustancias químicas que se empleaban en objetos cotidianos como los electrodomésticos de refrigeración (nevera domésticas, aires acondicionados, congeladores industriales) y aerosoles (desodorantes y pintura en spray, insecticidas, lacas…).
Además de los CFC, de los que existen una docena de tipos, existen otros gases de origen humano que ponen en riesgo la capa de ozono, como el metilcloroformo (usado en pinturas y disolventes), el tetracloruro de carbono (presente en plaguicidas, extintores o quitamanchas) o sustancias compuestas por bromo, como los halones, que se emplean por ejemplo en la extinción de incendios.
¿Por qué dañar la capa de ozono es peligroso?
La concentración de ozono se presenta en un 90 % en las capas superiores de la atmósfera siendo esencial para el desarrollo de la vida, ya que filtra las radiaciones ultravioleta en su totalidad. Esta función vital para la vida terrestre, está en riegos al producirse la sobreexposición a los rayos ultravioleta que afecta a la salud. La capa de ozono protege al ser humano y otras especies de enfermedades como cáncer de piel, melanomas, cataratas en los ojos o la supresión del sistema inmunitario. Además, su destrucción también afecta a los cultivos agrícolas que son sensibles a la radiación ultravioleta.
Protocolo de Montreal: el punto de inflexión
Hace dos décadas, en 1987, un pacto internacional conocido el Protocolo de Montreal marcó un hito en la política ambiental a gran escala, ya que se acordó por unanimidad reducir la producción y consumo de las sustancias nocivas que estaban destruyendo la capa de ozono. Desde su entrada en vigor en 1989, los CFC fueron sustituidos en gran medida por los HCFC (hidroclorofluorocarburos), que a pesar de que también tienen un impacto negativo sobre el efecto invernadero, al menos no provocan daños en la capa de ozono.
El Protocolo de Montreal está considerado como uno de los grandes éxitos en colaboración internacional para luchar por la preservación del medio ambiente, y es un claro ejemplo de cómo un pacto global puede incentivar a los países para seguir trabajando de manera conjunta.
La capa de ozono se está recuperando
Gracias a las medidas adoptadas en el Protocolo de Montreal, la capa de ozono se está recuperando. Tal y como se detalla en un informe del MIT (Instituto Tecnológico de Masachusetts), desde el año 2000, momento en que la concentración de ozono alcanzó su mínimo histórico, hasta hoy, el agujero ha disminuido en cuatro millones de kilómetros cuadrados.
La comunidad científica estima que si se mantiene este ritmo de recuperación, en 2050 el agujero se habrá cerrado por completo; es decir, la concentración de gas ozono volverá a ser la misma que había en esta localización del Polo Sur antes de que la acción humana provocará su alteración.
Paradójicamente, según el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente), de no haberse firmado el Protocolo de Montreal, en 2050 el agujero de la capa de ozono podría haberse multiplicado por diez respecto al momento en que fue descubierto. Para concienciar sobre la importancia de cuidar la capa de ozono, cada 16 de septiembre se celebra el Día Internacional para la preservación de la capa de ozono.