Las ciudades españolas muestran su implicación con la sostenibilidad
“Queremos poner una muralla verde alrededor de Valencia para frenar la expansión de la ciudad”. De esta forma tan tajante se expresaba Joan Ribó, alcalde de la capital del Turia, en la mesa redonda El papel de las ciudades en el desarrollo sostenible, organizada por la FAO dentro de los cursos de verano del Escorial de la Universidad Complutense de Madrid. La mesa, celebrada en San Lorenzo de El Escorial, ha estado moderada por Enrique Yeves, director de Comunicación de la FAO.
Dispuesto a detener el crecimiento urbanístico desbocado que caracterizó a muchas ciudades españolas hasta el estallido de la crisis, Ribó busca posicionar a Valencia como una urbe sostenible y ecológica. Es por ello que la ciudad levantina ha sido nombrada Capital Mundial de la Alimentación en 2017 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). “Tratamos de dejar atrás la imagen de Valencia como capital estatal de la corrupción”, asegura Ribó, quien llegó a la alcaldía en 2015 de la mano de Compromís.
Otra de las ciudades españolas que se esfuerza por ser más sostenible es Madrid. Su alcaldesa Manuela Carmena ha puesto en marcha varias medidas para reducir el impacto ambiental generado por los casi dos millones de vehículos que componían su parque automovilístico en 2015, según la Dirección General de Tráfico (DGT). Una de las iniciativas más polémicas es la limitación de la circulación en la ciudad los días en que se registran altos niveles de contaminación por dióxido de nitrógeno.
“Ese protocolo ya existía, pero nunca se aplicaba”, afirma Carmena, quien también gobierna desde 2015 al frente de la candidatura ciudadana Ahora Madrid. Por otra parte, la mandataria de la capital española ha impulsado varios sistemas de alquiler de coches compartidos como Car2Go, que cuenta con una flota de 500 vehículos eléctricos y 150.000 usuarios. Todo ello apunta en la misma dirección: hacer de Madrid una ciudad amigable con el medio ambiente capaz de afrontar los retos del siglo XXI.
“El cambio climático está ahí, por mucho que el señor Trump lo niegue”, asevera Ribó. Durante sus más de dos años al frente del Ayuntamiento valenciano, Ribó ha apostado por cambiar el modelo de movilidad en la ciudad. La inauguración del anillo ciclista, un carril bici de 4,7 kilómetros de longitud que rodea el centro histórico, ejemplificó la apuesta de la administración local por transportes alternativos al automóvil. “Nuestra ilusión es que Valencia sea la Copenhague del Mediterráneo”, expresa Ribó, aludiendo al extendido uso de la bicicleta como medio de transporte diario de los habitantes de la capital danesa.
Pero la promoción de la bicicleta no solo tiene un fin ecológico. Valencia, tras convertirse en la primera ciudad del mundo en firmar un convenio con la FAO, se encuentra a la vanguardia de las políticas de alimentación urbana. Ribó, firme defensor de la huerta valenciana, apunta a “que todo el mundo por el hecho de nacer tenga derecho a comer y a comer bien”. El gran problema de la alimentación en las ciudades españolas no tiene tanto que ver con la cantidad de comida disponible como con la calidad.
La proliferación de hábitos ligados al consumo de productos con altas cantidades de azúcares y grasas ha disparado los niveles de obesidad, un fenómeno que también conlleva malnutrición. Para luchar contra esta lacra -más del 50% de los españoles padece sobrepeso-, Ribó propone favorecer los productos ecológicos, de proximidad y ricos en micronutrientes, así como desincentivar el consumo de comida rápida. El impulso de la bicicleta como transporte cotidiano también apunta a mejorar las condiciones de salud los habitantes. La obesidad es un problema global. Según Marcela Villarreal, directora de Asociaciones y Promoción Institucional de la FAO, existen 500 millones de personas obesas, tratándose de “un tema creciente en el mundo desarrollado y en desarrollo”.