Las orejas y las nucas les pierden
Ni todo el monte es orégano ni toda la cabeza es igual para los piojos. Estos insectos de seis patas muestran una clara preferencia por la nuca, donde el pelo suele ser más largo. Y acostumbran a depositar sus huevos detrás de las orejas.
Concretamente, a uno o dos milímetros del cuero cabelludo, donde se mantienen calentitos. Para evitar que los huevos se desprendan, sus madres producen una especie de cola pegajosa. Las larvas nacen en un plazo de siete a once días.
Pasan de los adultos
Normalmente, las infestaciones ocurren entre los tres y los diez años de edad. A partir de ese momento, aumenta mucho la producción de sebo en el pelo, una sustancia grasa que los piojos detestan. De ahí que apenas se den casos entre los adultos. Otro enemigo declarado de estos parásitos son los tintes capilares, sobre todo los que contienen amoniaco.
Cuesta quitárselos de encima
Lo mejor es optar por un tratamiento combinado. Es decir, eliminar los piojos y sus huevos con peines especiales y aplicar también productos químicos. Hasta hace poco, los champús y lociones contenían piretrinas, un insecticida que puede ser ineficaz en caso de que los piojos se hayan vuelto resistentes, algo cada vez más frecuente.
De ahí que hayan empezado a ganar puntos los tratamientos con dimeticona, una especie de silicona que tapona los orificios a través de los que respira el piojo, causándole asfixia y deshidratación. Un efecto similar al que buscaban nuestras abuelas al untar el pelo con mayonesa, pero más eficaz.
De profesión, asesinos de piojos
Tanto en Estados Unidos como en Europa, han surgido empresas exterminadoras de piojos, como The Hairforce. Sus operarios libran la batalla contra los parásitos usando una potente miniaspiradora para extraer la mayor cantidad de insectos posible.
A continuación, lanzan chorros de aire caliente sobre el cabello para deshidratar los huevos. Y terminan aplicando un acondicionador de pelo y retirando los huevos que quedan con un peine especial.
Los hay de tres tipos
Además de los de la cabeza -Pediculus humanus capitis-, los humanos son vulnerables a otros dos ftirápteros. Por un lado, los piojos corporales -Pediculus humanus corporis-, que pertenecen a la misma especie y suelen vivir en la ropa, las sábanas y las toallas. Ponen sus huevos en las fibras textiles y solo se trasladan temporalmente a la piel para alimentarse.
A ellos se les suman los piojos púbicos, –Pthirus pubis-, que según estudios recientes nos contagiaron los gorilas hace varios millones de años, quizá por dormir en los mismos nidos o alimentarnos de su carne.
Por lo general, se encuentran adheridos al pelo del área púbica, aunque también pueden colonizar el vello de cejas, pestañas, barba, bigote o axilas. Se transmiten durante el contacto sexual.
Ayudan a la ciencia
Conocer los patrones de migración de nuestra especie es más fácil con la colaboración de estos parásitos. Sin ir más lejos, los piojos han permitido a los científicos descubrir que los seres humanos empezamos a llevar ropa hace 170.000 años, bastante antes de dejar atrás África para emigrar a climas más fríos y latitudes más altas.
Esta fecha sería imposible de determinar a partir de rastros arqueológicos, ya que es difícil que un tejido no se desintegre en un lapso de tiempo tan extenso.
Los dinosaurios también los sufrieron
A los dinosaurios también les traían de cabeza. Según apunta un reciente estudio de la Universidad de Illinois (EE. UU.), posiblemente estos grandes reptiles fueron los primeros seres vivos en soportar sus picores.
Tras estudiar los genes de 69 piojos que afectan a distintos mamíferos y animales modernos, Vincent Smith y sus colegas llegaron a la conclusión de que empezaron a diversificarse antes de la extinción de los dinosaurios. «Los piojos son como fósiles vivos; el registro de nuestro pasado está escrito en ellos, y ayudan a reconstruir la historia evolutiva de sus hospedadores», defienden estos científicos.
No saltan
A diferencia de las pulgas, los piojos no se desplazan de un lado a otro dando brincos. Tampoco saben volar. Ni siquiera se defienden nadando. Eso sí, caminan bastante rápido, a unos 30 centímetros por minuto sobre pelo seco.
Así las cosas, el único modo posible de contagio es que, mientras juegan unos niños con otros, sus pelos entren en contacto. O que compartan cepillos, peines, gomillas y gorras. Además de juntar las cabezas al hacerse selfis con el móvil, una práctica que, según los dermatólogos, ha aumentado el contagio entre adolescentes en los últimos años.
El pelo limpio les encanta
Porque su objetivo no es la suciedad, sino la sangre. Es más, parece que prefieren el cabello limpio al sucio, y el liso al rizado. Los piojos localizan las venas del cuero cabelludo, las perforan y succionan la sangre, no sin verter antes un poco de saliva para impedir que se coagule.
Como consecuencia, la víctima empieza a percibir un fuerte picor que nada tiene que ver con falta de higiene. Por lo tanto, lavarles la cabeza con insistencia a los críos no evita que se contagien.
Una sola cópula y a propagarse
Estos parásitos se aparean una vez. Pero resulta una cópula muy eficaz, ya que la hembra almacena el esperma en su cuerpo y lo usa para producir huevos cada día de su vida, que normalmente dura un mes. Suelen poner de cinco a diez huevos diarios.
Fuente: Muy Interesante,
Después de leer el artículo me quedó picando la cabeza. No es broma.