Bicicletas para transformar la basura en abono

Por las calles de Nantes (Francia), una ciudad fluvial de unos 300.000 habitantes, de tradición comercial y cuyos antiguos astilleros se han reinventado en parque temático de máquinas davincianas, un grupo de ciclistas se pasea recogiendo la basura orgánica que generan los restaurantes de la urbe. Después, transforman estas cáscaras, hojas, restos de café y peladuras en compost que destinan a espacios verdes urbanos. 

Así actúa La Tricyclerie, una iniciativa impulsada por Coline Billon, ingeniera en gestión medioambiental de 26 años, que ha sido nominada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente al galardón Young Champion of the Earth, dotado de 15.000 dólares para cada uno de los seis ganadores y otorgado a jóvenes de entre 18 y 30 años que impulsan soluciones novedosas en materia ambiental.

"Estaba muy involucrada en asociaciones que recolectaban excedentes de comida de los supermercados para dárselos a la gente", cuenta por teléfono Billon. "Pero quería hacer algo que vinculara campo y ciudad. Pensé en recoger los residuos orgánicos de la gente ya que en Nantes no había ningún sistema implementado, pero me di cuenta de que era demasiado para una sola persona". Billon decidió centrar el tiro en los restaurantes, y a finales de 2015 se subió a un triciclo con remolque para recoger la basura de ocho locales que aceptaron probar el servicio. 

En cuatro meses recolectó dos toneladas. Y fundó entonces La Tricyclerie, una asociación con objeto de poner en valor estos desechos y evitar su quema, sistema aún extendido para su eliminación. Todo a bordo de bicicletas, un medio de transporte integrado en la vida nantesa y parte del juego de palabras que nombra la idea. Casi dos años después son 30 los establecimientos adheridos al proyecto, que ha extendido su área de acción a tres barrios de la urbe francesa. En la asociación trabajan unas 15 personas, gran parte de ellos voluntarios que colaboran habitual u ocasionalmente. Al mes ya recogen unas dos toneladas de residuos.

"Los establecimientos pagan por el servicio, pero esto no es como un basurero", detalla Billon. "Ellos también forman parte del proyecto: hacemos mucha comunicación y les implicamos, y ellos trasladan el mensaje a sus cliente". Cada local paga una cuota (por ejemplo, entre 40 y 60 euros para los pequeños) que da derecho a dos recogidas a la semana. La Tricyclerie también trabaja con empresas, que generan en su mayoría restos de café, y con ellas realiza una tarea eminentemente de sensibilización. Pero son los restaurantes los principales prescriptores y protagonistas de este fenómeno.

Uno de ellos es Chacha, un local de tamaño medio con un aforo de 40 personas. Abrió en agosto de 2016 y un mes más tarde La Tricyclerie le ofreció un periodo de prueba. Al cabo de dos semanas se dieron cuenta de que aquello merecía la pena. "Mis clientes saben lo que hacemos y lo aprecian. Muchos dicen: ¡No lo había pensado, es muchísima comida tirada", cuenta Sèverine Figuls, responsable y cocinera del restaurante, que basa su carta en productos locales y de proximidad. 

En su establecimiento cuelga una pizarra que indica la cantidad de residuos recogidos y el consiguiente ahorro de emisiones. Chacha genera unos 60 kilos basura orgánica al mes. Respecto a la cuota que pagan porque los ciclistas recojan sus residuos, Figuls afirma: "Para nosotros es importante poner una parte de dinero en una manera de pensar global como es el cuidado del medio ambiente".

De los desechos orgánicos, una partida de residuos que en España representa aproximadamente el 40% de la bolsa de basura, saldrán kilos y kilos de compost, un oro negro que abonará con eficacia el nacimiento de nuevos alimentos. Billon explica que ellos hacen su propio abono y que hasta ahora lo reparten gratuitamente. "Trabajamos con paisajistas que nos dan la madera necesaria para mezclarlo y elaborarlo", amplía. "Luego lo repartimos a agricultores, huertos urbanos, jardines comunitarios y la escuela de horticultura local". El fomento de las relaciones entre el campo y la ciudad y la sensibilización alimentaria es otro de sus objetivos. "Es importante saber cuánto vale lo que comemos y lo que tiramos", afirma.



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