En este tipo de experiencias, las personas que están durmiendo son conscientes de lo que quieren soñar.
De hecho, hay individuos que afirman que son capaces de controlar hasta cierto punto los acontecimientos que se suceden en la ensoñación, esto es, logran modificar el escenario a voluntad, introducir nuevos elementos y personajes, cambiar de apariencia… Algunos psicólogos se refieren a estas personas como onironautas.
El psiquiatra holandés Frederik van Eeden definió este tipo de sueños en 1913, en su obra «A Study of Dreams», pero Aristóteles, en el siglo IV a. C., y el médico Galeno de Pérgamo, en el II, ya especularon sobre la naturaleza de este fenómeno, que se cultiva en algunas escuelas de yoga. No obstante, no es algo que suceda frecuentemente, y algunos expertos relacionan los sueños lúcidos con las alucinaciones hipnagógicas que a veces se dan en el momento de tránsito entre la vigilia y el sueño.
Creer es poder
En los últimos 30 años, distintos investigadores han impulsado el estudio de este tipo de ensueños, sus posibles aplicaciones y la forma de inducirlos. Entre ellos, probablemente el más conocido ha sido Stephen LaBerge, un psicofisiólogo de la Universidad de Stanford que, con este propósito, fundó en 1987 el Instituto de la lucidez.
Sin embargo, Aspy y sus colaboradores señalan que las iniciativas que se han puesto en marcha hasta ahora no han dado resultados satisfactorios. Así, han presentado un sistema que, en su opinión, favorece el desarrollo de estos sueños.
En un estudio publicado en la revista Dreaming, analizan la eficacia de tres técnicas: la prueba de realidad -en la que se coteja el entorno varias veces al día para comprobar si se está soñando o no-; despertarse y volver a dormir -en esencia, esta consiste en levantarse tras cinco horas de descanso, permanecer despierto durante un corto periodo de tiempo y volver a dormir-, lo que favorece entrar en el estado REM, en el que se dan las ensoñaciones; y la denominada inducción mnemónica de sueños lúcidos (MILD, en sus siglas en inglés).
Cinco horas para soñar
Al igual que la anterior, el sujeto debe despertarse tras haber pasado cinco horas de sueño, pero antes de volver a dormirse, ha de repetirse algún lema que le convenza de que va a experimentar un sueño lúcido, como por ejemplo: “la próxima vez que sueñe, recordaré que estoy soñando”.
El equipo de Aspy examinó las reacciones de 47 individuos que combinaron las tres aproximaciones para intentar experimentarlos y observaron que en apenas una semana lo conseguían un 17% de las veces.
El resultado fue significativamente más alto que el de aquellos que no habían practicado estas técnicas. En el caso de los que lograron conciliar el sueño en los siguientes cinco minutos después de haber seguido la citada estrategia MILD, la tasa de éxito alcanzó el 46%.
Beneficios psicológicos y físicos
“La técnica MILD se relaciona con la denominada memoria prospectiva, esto es, la capacidad de recordar las acciones que queremos realizar en el futuro. Cuando nos repetimos una frase que nos permite rememorar que estamos soñado, en realidad fijamos en nuestra mente el propósito de que será así, lo que abre la puerta a experimentar sueños lúcidos”, señala Aspy.
“Es mas, los individuos que utilizan con éxito la técnica MILD tienen menos falta de sueño al día siguiente, lo que indica que tener ensoñaciones lúcidas no afecta negativamente a la calidad del descanso”, añade.
“Nuestro estudio supone dar un paso más hacia la consecución de un sistema eficaz que permita inducir este tipo de experiencias y aprovecharlas para tratar distintos trastornos, como las pesadillas recurrentes, o incluso potenciar algunas habilidades físicas mediante su práctica en el sueño”, concluye Aspy.
Fuente: Muy Interesante,