La increíble historia de un pueblo francés que ha disminuido la factura de la luz con queso
Albertville destaca entre los buscadores por ser la puerta a los Alpes, un posible estadio previo a la cumbre del Mont Blanc. Se sitúa al este, en el departamento de Saboya, y triangula perfectamente con Grenoble, al sur, y Turín, en el lado italiano.
Entre sus puntos de interés, aparte de los atractivos naturales de sus picos, se encuentra un casco histórico donde algunos restos datan del siglo XII. Todo esto podría pasar últimamente desapercibido si no fuera porque el nombre de la urbe, donde residen cerca de 20.000 personas, ha reflotado gracias al queso. No por la conocida calidad de su Beaufort, sino por su capacidad para convertirse en energía.
La fabricación de este producto lácteo ha reducido la factura de la luz hasta en 1.500 casas. ¿Cómo? Lo explican desde Valbio, la empresa de ingeniería encargada de tal alquimia: “Montamos en Albertville una planta que procesa los elementos sobrantes del queso, los llamados «lactosueros». Estos generan gas metano”, resume Pauline Beraud, responsable de comunicación. El desarrollo funciona así: todos los fabricantes de la zona envían sus elementos residuales a la central que tiene esta compañía en la localidad. La crearon en 2006 y a lo largo de estos 10 años no ha dejado de investigar para mejorar el sistema.
Hay una primera etapa de separación del líquido que se llama «permeado». En ella se aprovechan las proteínas. “Así se fabrican productos con alto valor añadido, como la mantequilla, el requesón o la proteína en polvo”, continúa describiendo Beraud. Este paso distingue lo aprovechable para nuevos productos de lo no alimenticio, que -junto con las aguas de la propia planta- se envía al piso de tratamiento.
“Aquí se divide de nuevo en dos etapas. Una de degradación de la materia orgánica por metanización, donde se produce biogás, y otra de tratamiento de la materia orgánica residual, del nitrógeno y del fósforo por tratamiento aeróbico. Los líquidos residuales, procesados, se descargan al medio ambiente, llegando mayoritariamente a uno de nuestros ríos, el Isère”, afirma.
El biogás producido se envía a una “unidad de cogeneración”. Aquí se convierte en energía. De esta forma se “vende y reinyecta” a la red eléctrica y al conducto de agua, alimentando esas casas mencionadas y la propia planta. Un círculo de reutilización que empezó a pensarse en serio hacia el año 2009 y que ahora es un modelo para otros países. Entonces, la Asociación de Productores de Beaufort reflexionó sobre una alternativa al desperdicio de ‘lactosueros’.
Pretendían salvar una cantidad de líquidos que, «permeada», alcanza los 54 millones de litros anuales. Según cuentan en su web, uno de los objetivos (además de la concienciación sobre el despilfarro) era “independizarse” y “reapropiarse” del mercado. En este periodo parecen haberlo logrado: con las sobras de su producción y el tratamiento de Valbio han generado de media tres millones de kilovatios por hora al año de electricidad y 3,5 de agua caliente, con una tasa de depuración del 99% en el agua resultante. Suficiente para abastecer 1.500 hogares (nada mal para una población que consume de media, tal y como apuntaba el Instituto Español de Comercio Exterior, 26,4 kilos por persona).