Los escitas, un pueblo que vivió en las estepas de la Asia central durante la Edad de Hierra entre los siglos 9 y 1 a.C., eran unos pastores nómadas conocidos por la cría de caballos de monta. Dejaron su huella en la historia por poseer extraordinarias habilidades ecuestres y por ser grandes guerreros: perfeccionaron la técnica de monta y ya utilizaban arcos mientras iban a caballo. Además, cuando un guerrero moría, era enterrado con su caballo, como queda patente en los enterramientos reales encontrados en la República de Tuvá o en Kazajistán.
Este hecho ha permitido a un grupo internacional de científicos secuenciar el genoma de estos caballos para revelar los rasgos que seleccionaban los criadores escitos en sus caballos y lograr el animal que les convenía.
El estudio, publicado en la revista Science, ha analizado el genoma de 13 caballos excepcionalmente bien preservados procedentes de enterramientos en el yacimiento de Arzhan (República de Tuvá) y en el de Berel (Kazajistán). De ellos, estudiaron 13 sementales escitos de hace entre 2.300 y 2.700 años.
Además, también secuenciaron el de una yegüa de 4.100 años de Cheliábinsk (Rusia) perteneciente a la cultura de Sintashta, anterior a los escitos, que desarrolló los primeros carros tirados por caballos . Dado que se estima que la domesticación del caballo comenzó hace unos 5.500 años, se trataría de unos de los caballos más antiguos.
Este trabajo, en el que han participado 33 investigadores internacionales de 16 universidades, ha revelado datos importantes sobre la domesticación y ha podido unificar la biología, la historia y la antropología.
El director del Instituto de Biología Evolutiva -un centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra y el CSIC-, Tomàs Marquès-Bonet, quien ha participado en el trabajo, ha explicado a EL MUNDO que lo más sorprendente de esta investigación es que ha descubierto que «la variabilidad genética de estos caballos es casi tan grande como la de la selección natural».