“Las colmenas de abejas de la miel ni son naturales ni ayudan al medio ambiente”. Con esta contundencia se expresan los especialistas Jonas Geldmann y el español Juan González-Varo en un comentario publicado en la revista Science, en el que llaman a la sociedad a cambiar el mensaje que se está dando sobre la conservación de estos insectos. Muchos grupos ecologistas como Greenpeace llevan años llamando genéricamente a “salvar a las abejas” centrando sus esfuerzos en la conocida abeja de la miel (Apis mellifera), cuando esta especie puede perjudicar a los polinizadores silvestres y a menudo tiene un impacto negativo en la reproducción de especies vegetales naturales.
“Los problemas de polinización de cultivos comerciales asociados con la mortandad actual de abejas de la miel en algunos países”, escriben, “son un asunto de carácter agrícola más que de importancia para el medio ambiente”. “La manera en que se está manejando a las abejas de la miel, y sus colmenas, no tiene que ver con la conservación de la naturaleza”, asegura Geldmann en NPR, donde también recuerda que se trata de especies domesticadas por el hombre, el equivalente a nuestras vacas o nuestras ovejas. Para sostener su postura, los científicos se remiten a los estudios que indican que en los lugares con mayor densidad de abejas de la miel se produce con frecuencia un declive de los polarizadores naturales ya que estos insectos invaden los hábitats naturales de las otras especies durante la floración y compiten por los recursos.
Esta misma semana, un equipo de investigadores de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) publica un estudio en el que demuestra que las abejas de la miel utilizados como polinizadores en cultivos rivalizan con las que viven en su entorno natural por los recursos disponibles. En un artículo publicado en la revista Nature. Ecology and Evolution, el equipo de Ainhoa Magrach demuestra, tras la observación de más de mil especies de abejas, cómo las de apicultura afectan a un normal desarrollo de las que viven en libertad.
“Las abejas polinizadoras son necesarias en cultivos, pero su uso debe plantearse de una manera controlada sin que afecte al entorno natural en el que se inscriben”, explica Magrach a Fundacion Descubre. Por un lado, las especies manejadas entran en una dura competencia con las autóctonas, ya que estas últimas no acuden a las plantas visitadas por las melíferas. Por otro, el abuso de difusión sobre la planta hace que los tubos de polen queden obturados impidiendo la producción de semillas.
Los ensayos para este trabajo, en el que también participa Juan González-Varo, se realizaron en las provincias de Huelva y Sevilla en campos de naranjo. En el momento de la floración del azahar, las abejas melíferas acudían a estos, mientras que las silvestres se desviaban hacia otras especies de plantas limítrofes, como jara o lavanda. “Sin embargo, cuando las flores daban paso a las naranjas, las dedicadas a apicultura acudían a los bosques de matorrales, impidiendo la supervivencia de las silvestres. Tanto en distintas especies de jara, como en lavanda se produjo, además, un descenso significativo en la producción de semillas”, añade la investigadora.
Según indican los expertos, España cuenta con aproximadamente mil especies distintas, el doble que de aves, siendo Andalucía la comunidad con más diversidad de abejas. Esto ha provocado que los expertos obtengan datos muy diferentes con respecto a los estudios realizados en el resto de países que han participado en el proyecto europeo. De esta manera, se abren nuevas opciones de investigación en lo que consideran un "punto caliente" en el peligro de extinción de abejas silvestres. “Aún se carece de información sobre el estado de conservación de muchas especies. Nuestra investigación es solo la punta del iceberg y se deben realizar más estudios sobre los efectos del uso de las abejas melíferas en otras especies”, concluye.