El cerebro es el rey del cuerpo humano, un órgano caro, que consume mucho. Durante los primeros años, el crecimiento del cuerpo se ralentiza para concentrar toda su energía en alimentarlo.
Ese es el motivo por el que, a diferencia de otros mamíferos, las crías humanas permanecen tan indefensas durante tanto tiempo. Mientras que un ternerillo se pone en pie y da sus primeros pasos prácticamente después del nacimiento, a un niño esa hazaña le cuesta más o menos un año, y faltará aún mucho para que pueda sobrevivir sin la ayuda de sus padres.
El cerebro humano deja de crecer a la edad de diez años, mucho antes de que su cuerpo alcance la madurez física. Esta estrategia vital no se repite en otros simios (aunque sí se ha comprobado en los neandertales, una especie humana extinta) y resulta desconcertante porque nos hace más pequeños, más vulnerables y menos productivos durante más tiempo.
¿Qué fue entonces lo que impulsó nuestro cerebro inusualmente grande?
Existen varias teorías al respecto, entre ellas la hipótesis social, que sugiere que el cerebro evolucionó a un mayor tamaño para ayudar a manejar nuestras vidas sociales cada vez más complejas, o la hipótesis del tejido costoso, que postula que el consumo de carne permitió que los cerebros evolucionaran a expensas del intestino.
Sin embargo, un problema fundamental con estas teorías es que dependen de datos correlativos y, por lo tanto, no pueden desenredar cuál es la causa y cuál el efecto.
La nueva investigación, realizada por investigadores de la Universidad de Saint Andrews (Escocia) y publicada en la revista Nature, ha utilizado una innovadora perspectiva metodológica para concluir que fueron principalmente los desafíos ambientales, como la búsqueda de alimentos, los que nos convirtieron en los seres inteligentes que somos.
En la configuración computacional de los autores, a medida que el ser humano envejece, hay un cronograma de inversión en el cerebro, el cuerpo y el tejido reproductivo.
A medida que los individuos crecen, un aumento en el tamaño del cerebro permite un aumento en las habilidades, y un aumento en el tamaño del cuerpo hace que sea más fácil convertir esa habilidad en energía.
El aumento de habilidades también ayuda a una reproducción exitosa. El modelo genera escenarios de historia de vida que están vinculados a predicciones de tamaños de cerebro y cuerpo.
Cuatro desafíos
Los autores exploraron cuatro tipos de desafíos: ecológicos (yo versus naturaleza), cooperativo ecológico (nosotros contra la naturaleza), competitivo entre individuos (yo contra usted) y competitivo entre grupos (nosotros contra ellos).
De esta forma, concluyeron que el tamaño del cerebro humano evolucionó en respuesta a varios factores que fueron un 60% ecológicos, un 30% relacionados con la cooperación y un 10% relacionados con la competencia entre grupos.
Curiosamente, la competencia entre individuos resultó relativamente poco importante.
Los hallazgos son intrigantes porque sugieren que es más probable que la complejidad social sea una consecuencia más que una causa de nuestro gran tamaño cerebral, y que la naturaleza humana tiene más probabilidades de derivarse de la resolución de problemas ecológicos y la cultura acumulada que de las maniobras sociales.
Es decir, que aprender a sobrevivir desarrolló más nuestro cerebro que aprender a solucionar los problemas que nos causan los demás.
Fuente: ABC,