El Fondo Conjunto de las Naciones Unidas para la Agenda 2030 ha sido presentado varias veces desde que se creó en junio de 2017, pero este lunes ha nacido oficialmente en la sede de la ONU en Nueva York. Amina J. Mohammed, secretaria general adjunta de las Naciones Unidas, ha sido la encargada del lanzamiento de esta herramienta multidonante para la financiación del progreso del mundo en los próximos 12 años; una hucha común en la que Estados, organismos internacionales y el sector privado están llamados a meter dinero por el bien común global.
España ya lo ha hecho con una aportación de 10 millones de dólares procedentes de recursos no utilizados del anterior Fondo ODS, que se cerrará en diciembre de este 2018. "Unirnos a esta iniciativa era una oportunidad que no podíamos dejar pasar, sobre todo en momentos en los que nuestras posibilidades presupuestarias son limitadas. Esperamos que funcione bien", explica Cristina Pérez, directora general de políticas de desarrollo sostenible, sobre la apuesta española por esta nueva herramienta.
"Para conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), los países más pobres necesitarán una inversión de entre 3,3 y 4,5 billones de dólares al año en sectores estratégicos". Lo decía Helen Clark, quien era administradora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), pocos días después de la aprobación en septiembre de 2015 de la agenda que debe guiar la acción de la comunidad internacional hasta 2030. "No solo la ayuda oficial al desarrollo desde Occidente tiene que cubrir esa necesidad", resumía así, en una línea, los más de 134 puntos que contenía el Acuerdo de Adís Abeba, alcanzado apenas dos meses antes. En aquel documento los 193 países de la ONU pactaron de dónde y cómo se obtendría la financiación necesaria para costear los programas y acciones para el progreso social global y la preservación del planeta.
Las herramientas financieras existentes para impulsar los avances hasta las metas fijadas -erradicar el hambre, la pobreza extrema y enfermedades infecciosas como la malaria y la tuberculosis, así como reducir las desigualdades, especialmente la de género, o construir sociedades más resilientes y pacíficas- son numerosas. Entre otras: los bancos para el desarrollo, las políticas fiscales que movilizan recursos propios en cada país, las remesas, las inversiones del sector privado en países menos adelantados, la ayuda oficial que los más ricos aportan para el progreso de los más pobres y los fondos multidonantes para determinadas causas como la vacunación, la lucha contra el sida o la preservación del medio ambiente. A todas ellas hay que sumar ahora este Fondo Conjunto de la ONU para la Agenda 2030, que nace precisamente con la pretensión de reducir la fragmentación de la financiación de los programas de desarrollo.
España, que había sido pionera en la creación de un mecanismo multilateral con el Fondo para el logro de los Objetivos del Milenio primero (en 2006) y el de los ODS después (2013), decidió el pasado diciembre cerrar este último y transferir los 10 millones de dólares que todavía no se habían ejecutado al nuevo. Sobre esta medida, Paloma Durán, directora del Fondo de los ODS, a quien Planeta Futuro entrevistó recientemente, opinaba que "hubiera sido muy útil mantener toda la experiencia" que han acumulado y que el cierre se realiza justo cuando era "el momento de despegar". Pérez argumenta, sin embargo, que pese a que esta herramienta "fue una iniciativa muy buena, no cubrió todas las expectativas". Y en tanto que Naciones Unidas ha lanzado una nueva con donantes muy potentes y con un respaldo unánime, cree que España ha realizado "una buena elección".
José Antonio Alonso, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Comité de Políticas para el Desarrollo de Naciones Unidas, analiza el cierre como la culminación de un proceso de "conflicto" entre la secretaría de Estado de Cooperación y los gestores del Fondo para los ODS. "Cada uno cuenta sus razones, pero es triste que una iniciativa española acabe así". Le preocupa, además, que el dinero que aporta España al Fondo Conjunto no sean recursos nuevos: "Es un traspaso, no es una aportación que haya que computar como ayuda". De tal modo, se resuelve un problema y no se hace un esfuerzo extra.
La directora general de políticas de desarrollo sostenible profundiza en los motivos de la decisión. "El Fondo de los ODS nació con una vocación multiactor, pero no tuvo mucho éxito en este sentido. España aportó 58 millones de dólares y se consiguió una contribución de Mónaco (unos 22.300 dólares), que suponía un 0,03% del monto total y para un proyecto centrado en deporte. El sector privado aportó el 0,22% (algo menos de 133.000 dólares). Nunca se consiguió tal carácter multiactor", detalla. Reconoce Pérez, no obstante, que se lograron recursos adicionales con las llamadas contrapartidas, que por cada dólar invertido en un proyecto, los beneficiarios tenían que aportar otro. "La idea era buena", dice. Pero no suficiente como para renunciar a la oferta que Achim Steiner, recién nombrado administrador del PNUD, les hacía a un pequeño grupo de países entre los que se encontraba España en julio de 2017 para sumarse al citado nuevo mecanismo de financiación.