La Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid (UVa), ubicada en el Campus de Palencia, concretamente en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias, y patrocinada por la Diputación de Palencia, está realizado desde hace varios años estudios de seguimiento de los árboles urbanos en relación con los hongos asociados, tanto los que ayudan a la planta a desarrollarse como los que producen pudriciones en los troncos y raíces.
Según explica el director de la cátedra y profesor de la UVa Juan Andrés Oria, se ha comprobado que ciertas variedades de árboles caen y vuelcan mucho más frecuentemente que otras, dando lugar a daños económicos y en algunas ocasiones, también de carácter personal. Si bien la caída depende de muchos factores, uno de los motivos de base es que desde hace años se plantan con frecuencia árboles exóticos o impropios para cada lugar, que podemos encontrarlos masivamente en colegios, avenidas y parques.
Uno de los factores estudiados es que los pavimentos actuales no son filtrantes y dan lugar a que las raíces de los árboles no puedan respirar (sufren anoxia o falta de oxígeno) ni tampoco pueden albergar a hongos beneficiosos o micorrícicos, que ayudan en el desarrollo y mantenimiento de las estructuras integrales de los árboles, dificultando su derribo.
Hace años en muchas ciudades españolas adoquinadas, los árboles caían con mucha menor frecuencia mientras que con los generalizados pavimentos impermeables de cemento y asfalto, los árboles se debilitan en su base de modo críptico, es decir, aparentemente el árbol está bien pero oculta su muerte radical. El abuso en la aplicación de gran cantidad de sal en las calles en invierno también colabora en ello.
El estudio detecta además que a pesar de las creencias que hablan de que los chopos y los olmos se caen más, sin embargo, dentro de estas especies hay estirpes muy peligrosas, como los clones de chopo canadiense (productos masivo de pelusas) o el álamo bolleana (de Afganistán), mientras que los chopos negros autóctonos y los lombardos se derriban y caen con mucha mayor dificultad. El problema estriba en que en ocasiones se cultivan chopos, de gran uso para la industria, en lugares poco apropiados como colegios y parques, pues sus ramas inferiores caen fácilmente y de forma rápida, lo que originan accidentes.
En el caso del olmo, el autóctono es un árbol de raíces muy fuertes y resistentes, mientras que el olmo siberiano, muy frecuente en parques y jardines desde hace 30 años, presenta una resistencia mucho menor y sus ramas caen y pueden dar lugar a tragedias.
Dentro de los pinos también hay variedades mucho más peligrosas que otras y que vuelcan con mayor facilidad. El pino piñonero, por ejemplo, tiene las raíces muy superficiales. Por el contrario el pino pudio o salgareño autóctono resiste a las nevadas o vendavales con mucha mayor seguridad. También hay otros árboles, como los robles, de sistema radical sorprendentemente profundo y anclaje imbatible, de una seguridad mucho mayor que otras estirpes, como las acacias. Curiosamente, los robles españoles como el marojo se emplean en las urbanizaciones americanas y son muy apreciados, algo que en España tristemente no se hace.