Se estima que cerca de 50.000 millones de aves abandonan cada año su zona de reproducción y migran a otras latitudes más cálidas. El motivo de su viaje no es el frío invernal, sino la escasez de comida. En Europa Central y del Norte, una buena parte de las aves autóctonas emprenden su migración hacia el norte de África en busca de los insectos y otras fuentes de alimento que son incapaces de encontrar allí.
Sin embargo, no se trata de unas plácidas vacaciones bajo el templado sol africano, sino de una lucha diaria con las aves locales con las que comparten la comida. Por eso, aunque el retorno en primavera supone un enorme desgaste para las aves, vale la pena regresar a sus lugares de cría por el mero hecho de que allí la competencia por la alimentación es menos exigente: los días son más largos, los insectos más abundantes y las posibilidades de supervivencia mucho mayores.
Pero el cambio climático está revolucionándolo todo y para muchas especies la nueva tendencia es bien distinta. Cada vez son más las aves que optan por permanecer en sus territorios aun a riesgo de no sobrevivir. El premio merece la pena: ser las primeras en ocupar los territorios de reproducción. Un caso significativo es el de las cigüeñas, a las que cada vez con más frecuencia se las puede ver desfilando por los paisajes nevados de Polonia y Alemania. El cambio climático ha suavizado las temperaturas haciendo soportable su estancia gracias a la presencia suficiente de insectos.
Además, como consecuencia de esta subida general de temperaturas, las aves que siguen migrando han cambiado sus cartas de vuelo, eligiendo ahora viajes muchos más cortos. Así, Inglaterra se ha convertido en la nueva España para un creciente número de currucas capirotadas centroeuropeas, así como para muchas grullas, que prefieren quedarse a medio camino y no continuar su viaje hasta la península Ibérica. Por todo ello, la observación de los patrones de migración de las aves nos aporta una buena información sobre los efectos del cambio climático sobre los ecosistemas y sobre el comportamiento de muchas especies. En España tenemos un lugar privilegiado desde el que observar este fenómeno: el estrecho de Gibraltar.
Una situación privilegiada
El estrecho de Gibraltar se encuentra en una situación estratégica para el estudio científico de la migración, pues es aquí donde, según datos de la Fundación Migres, confluyen las rutas migratorias entre Europa y África de 400.000 aves planeadoras y de varios millones de aves de pequeño tamaño (vencejos, golondrinas y aviones, abejarucos, entre otros). El III Congreso Internacional de Migración de Aves y Cambio Global (Tarifa, parque natural del Estrecho, 3-5 de septiembre de 2018) pondrá de relieve estudios que permiten constatar desde este privilegiado lugar del planeta, un auténtico punto caliente de biodiversidad por cielo y mar, que hay cambios muy evidentes. Vamos a conocer algunos de ellos.
Cambios en las áreas de distribución
Debido al calentamiento global, los óptimos térmicos de muchas especies se encuentran cada vez más al norte o a mayores altitudes. Ya se ha constatado que las áreas de distribución de algunas aves se encuentran cada vez más al norte y muchas de ellas colonizan nuevas áreas en las que antes no se encontraban, siempre que estas estén disponibles.
Por ejemplo, en el caso de las aves de alta montaña, llega un momento en el que no pueden desplazarse más arriba, y algo similar sucede con las que viven en las tundras del Ártico, pues no hay más territorio que colonizar en hacia el norte. Además, como consecuencia de estos movimientos, ya se han detectado incluso cambios en los tamaños corporales medios de algunas especies.