Nuestra época quedará definida en los registros históricos como la Edad del Plástico, de la misma forma que están en ellos la Edad del Hierro o del Bronce, aseguran los científicos.
Sin embargo, detrás de esta grandilocuente definición se atisba ya un estado de emergencia, el causado por la epidemia de plásticos, la mayor amenaza global para el medio ambiente y la salud a corto y medio plazo a la que se enfrenta el mundo, comparable, según algunos, al cambio climático.
Un peligro llamado plástico
En España, en lo que parece un milagro político, el Congreso de los Diputados acaba de aprobar (con los votos en contra únicamente del PP) legislar para la prohibición progresiva de los utensilios y bolsas de plástico de un solo uso, entre otras medidas que solo pueden calificarse de sentido común.
Las toallitas limpiadoras (que se arrojan alegremente a los inodoros aunque no son biodegradables porque contienen plástico) y las bandejas de poliestireno (no reciclables en absoluto y ya prohibidas en lugares como Nueva York) están también en la diana de los legisladores.
Otro objetivo son las microbolitas de plástico (de menos de cinco milímetros) que se fabrican para usos tan absurdos como el de abrasivos en la higiene personal (exfoliantes para la piel y dentífricos), cuando existen alternativas biodegradables, y que terminan en los ríos y el mar al atravesar fácilmente cualquier filtro existente en las depuradoras.
El problema está en cualquier plástico que no se recicle (la mayor parte actualmente), como muestran las enormes islas de residuos plásticos que ya existen en el Pacífico, y en menor medida en el Caribe, y las muertes de animales por ingerir plásticos grandes.
Microplásticos
Sin embargo, el gran desafío está en el producto de su degradación, los microplásticos. Estos son residuos de pequeño tamaño, al igual que las bolitas, que pueden permanecer en el ambiente centenares de años e introducirse en la cádena trófica, con consecuencias que no se conocen.
¿Durante cuantos años se podrá seguir comiendo una merluza o un bacalao sacados del mar antes de que su contenido en microplásticos haga que se prohíba el consumo de cualquier pescado, y cuántos puestos de trabajo desaparecerán por ello?, ¿A qué velocidad desaparecerán los turistas de playas antes paridisíacas y ahora llenas de residuos plásticos?.
Esas son solo algunas de las preguntas derivadas de lo que exponen los expertos sobre microplásticos en la revista COESH, una publicación de la editorial Elsevier, dirigida por el reconocido especialista español Damià Barceló, del IDAEA-CSIC en Barcelona.
Los plásticos son materiales que ahora, en su inmensa mayoría, se derivan de los hidrocarburos y resultan muy baratos. La solución más lógica es que estos polímeros de infinitos usos tengan un origen sostenible, como las plantas, y que sean degradables, pero para eso queda camino por andar y las fuerzas del mercado por sí solas no lo van a recorrer.
La situación actual, se recuerda en la edición especial de la revista dedicada a este tema, es que en el mundo se producen unos 380 millones de toneladas métricas de productos de plástico no biodegradable al año.
Los principales problemas de contaminación proceden de las citadas micropartículas fabricadas específicamente para productos cosméticos y otros usos, de la fragmentación de los plásticos por los procesos de degradación y de las depuradoras, que pueden descargar millones de partículas diariamente a cursos de agua y el mar.