Es muy sencillo usar una brújula. La aguja siempre apunta hacia el Norte. Ocurre porque la Tierra es, en sí misma, un gran imán. Nuestro planeta genera su propio campo magnético.
Es muy débil, pero lo suficiente como para hacer funcionar ese maravilloso y sencillo instrumento, que en el pasado se creía animado por la estrella polar o por unas misteriosas islas magnéticas situadas en el Ártico.
El campo magnético también sirve a buen número de especies para orientarse y llevar a cabo sus migraciones y, además, ejerce un papel protector sin el cual, seguramente, no estaríamos aquí. Impide que las partículas cargadas de alta energía procedentes del Sol nos den de lleno, provocando cuantiosos daños en nuestras tecnologías.
Campo magnético terrestre
El campo magnético terrestre está provocado por la existencia dinámica de una gran masa de hierro y níquel a unos 3.400 km de profundidad. No está fijo. En realidad, cambia constantemente de intensidad y dirección.
Desde hace unos 2.000 años, se va debilitando, una tendencia que se ha acelerado desde 1840 y que, en realidad, los científicos no comprenden en su totalidad. Lo que sí saben con seguridad es varía con el tiempo, motivo por el cual el polo norte magnético no coincide exactamente con el polo norte geográfico (que sí coincide con el eje de rotación terrestre).
Los científicos han estudiado con detalle esta desviación desde hace mucho tiempo. Las observaciones indican que, en las últimas décadas, se está produciendo un movimiento acelerado del polo magnético y que en la actualidad se desplaza a un ritmo de unos 50 km cada año. Es decir, 125 metros cada día. Si sigue así, en unos 50 años, el polo norte alcanzará las estepas de Siberia, en Rusia.
Pero, ¿podría producirse una repentina inversión de los polos? Pues sí, sin duda. De hecho, ya ha pasado antes numerosas veces (la última hace unos 780.000 años), como los científicos han podido saber gracias al estudio de rocas antiguas. Y ha ocurrido sin seguir un patrón definido y presentando distintas duraciones (unos miles de años).
Durante la inversión, el campo magnético se vuelve inestable y su intensidad más débil hasta que, nuevamente, vuelve a crecer poco a poco en sentido invertido. ¿Por qué? Las causas exactas todavía son un misterio.
Sin protección
Cuándo sucederá de nuevo es algo que no podemos saber, pero podría ser pronto en términos geológicos, unos miles de años. La rapidez del debilitamiento de la intensidad del campo magnético terrestre que ocurre en la actualidad junto a la aceleración del movimiento del polo, ha llevado a especular con la posibilidad de que vaya a producirse otra inversión. ¿Y qué consecuencias tendrá? ¿Una catástrofe global?
No existen evidencias de que las inversiones de polaridad ocurridas con anterioridad hayan provocado grandes catástrofes naturales ni hayan amenazado la supervivencia humana. Como el proceso de inversión ocurre a escalas de tiempo mucho mayores que la vida de los animales, las especies migratorias podrían adaptarse paulatinamente a los cambios.
Ahora bien, el Homo sapiens actual depende profundamente de la tecnología, y ese puede ser su telón de Aquiles. En una inversión magnética, durante un corto espacio de tiempo, el campo sería inexistente. No podría protegernos contra las radiaciones cósmicas o las tormentas solares, lo que podría arruinar nuestras redes eléctricas y satélites.
Claro que, cuando ocurra, quizás ya dispongamos de los medios técnicos necesarios para afrontar sus efectos. En definitiva, no tiene por qué ser un apocalipsis. Los polos se han invertido ya en una veintena de ocasiones y el mundo ha seguido girando.
Fuente: ABC,