El 24 de agosto de 2006, el venerable y lejano Plutón, el último nombre de planeta que memorizaban los niños cuando estudiaban el Sistema Solar, fue degradado por los expertos de la Unión Astronómica Internacional (IAU) a la categoría de planeta enano, una especie de segunda división de su taxonomía.
Porque, a diferencia de los otros ocho grandes cuerpos celestes que giran alrededor del Sol, no posee una órbita “limpia”, es decir, no es la fuerza gravitatoria dominante en su entorno. Tanto la influencia gravitacional de Neptuno como la presencia de objetos de tamaño considerable y gases helados en dicha órbita contribuyeron en el veredicto de borrarlo de los libros de texto.
Pero la recatalogación de Plutón hace doce años no contó con el respaldo unánime de la comunidad científica. Ahora, una nueva investigación realizada en la Universidad de Florida Central y publicada en la revista Icarus aviva la polémica: según el planetólogo Philip Metzger, director del estudio, el criterio de la limpieza orbital es demasiado excéntrico como para sustentar una decisión tan trascendente.
Metzger señala que solo aparece una vez en toda la literatura científica publicada en los últimos 200 años, concretamente en una oscura publicación de 1802. Y que, además, si se aplica de forma estricta, no existirían planetas en el Sistema Solar: las lunas “contaminan” sus órbitas.
En la práctica, argumenta el planetólogo estadounidense, los expertos no utilizan la constreñida definición de la IAU en sus investigaciones, ya que incluso se han considerado a Titán (luna de Saturno) y Europa (luna de Júpiter) tradicionalmente como planetas, desde tiempos de Galileo.
Destronamiento de Plutón
El destronamiento de Plutón, se lamenta Metzger, es una “chapuza” que deja de lado “el segundo planeta más complejo e interesante del Sistema Solar”. El primero sería, desde el punto de vista geológico, la Tierra.
Kirby Runyon, coautor del estudio, indica por su parte que el criterio de la limpieza orbital no se tuvo en cuenta al hacer la distinción entre asteroides y planetas, como aducía la IAU en 2006. “Nosotros demostramos que es un argumento histórico falso”, sentencia Runyon.
Entonces, ¿de qué manera habría que definir un planeta, cuál sería la “nota de corte” para considerarlo como tal? Metzger lo tiene claro: solo habría que tener en cuenta las propiedades intrínsecas del candidato, no las dinámicas cambiantes de su órbita. Y propone que etiquetemos como planetas a aquellos cuerpos celestes lo suficientemente grandes como para que su gravedad les permita adquirir una forma esférica.
“No es un hecho arbitrario, es un momento crucial en la evolución de un cuerpo planetario, ya que cuando esto ocurre, aparentemente, se inicia actividad geológica”, explica el planetólogo, que también recuerda otros méritos de Plutón para regresar a la primera división del Sistema Solar: tiene un océano subterráneo, una atmósfera con varias capas, compuestos orgánicos, indicios de antiguos lagos y múltiples lunas.
“Es más dinámico y complejo que Marte”, concluye. Desde luego, los datos recabados por la misión New Horizons, que ahora se dirige a explorar objetos del cinturón de Kuiper, han sorprendido a la comunidad astronómica.
¿Harán mella estas alegaciones en la UIA? ¿Volverá a Plutón a ocupar su lugar en la lista de planetas después de Neptuno? El debate está más abierto que nunca.
Fuente: Pablo Colado / Muy Interesante,
Artículo de referencia: https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/merece-pluton-que-le-volvamos-a-llamar-planeta-481536661766,