En el transcurso de catorce años, el bosque tropical de la Amazonía sufrió las tres peores sequías en cien años.

Los datos recopilados en toda la cuenca del Amazonas -de satélites, estudios aéreos y torres de flujo atmosférico- presagian sequías más prolongadas y frecuentes para las décadas siguientes.

El bosque tropical, que por lo regular es muy resistente, tendrá menos tiempo para recuperarse entre las épocas de sequía.

Para el final de este siglo, las temperaturas cada vez más altas de la región podrían alcanzar niveles inéditos desde hace diez millones de años y, por ello, desestabilizar un ecosistema que desempeña un papel central en la regulación del clima global.

Hasta hace poco, los científicos creían que los bosques tropicales eran prácticamente inmunes al fuego. Es raro que caigan rayos si no hay lluvia.

Con el propósito de transformar bosques maduros en tierra fértil de cultivo, los agricultores que usan el sistema de roza, tumba y quema provocan la mayoría de los incendios de la Amazonía.

Otros incendios son accidentales y se originan por la presencia de escombros inflamables en los sitios de tala o, incluso, por cigarrillos. En años normales, esos incendios se extinguen de manera natural cuando comienza a llover.

¿Qué pasa cuando no llueve?

Pero cuando no llueve, esos incendios quedan fuera de control. Los incendios del Amazonas no son los infiernos descomunales que hemos visto en el oeste de Estados Unidos, pero a largo plazo pueden resultar aún más destructivos. Un incendio típico en un bosque tropical se extiende por el sotobosque -la zona boscosa que crece más cerca del suelo- y puede durar meses, muchas veces sin siquiera ser detectado.

Cuando las llamas afectan árboles más altos, se abren huecos en el dosel arbóreo -la región superior de los bosques, conformada por las copas de los árboles- y algunos tramos del suelo quedan expuestos a la luz solar.

Esto ocasiona que la vegetación y las hojas se sequen y se conviertan en nuevo combustible para alimentar el fuego.

A diferencia de los incendios forestales en el oeste estadounidense, en los que una vez  termina el fuego se reduce el riesgo de incendio en los años siguientes, los que ocurren en el bosque tropical crean condiciones favorables para incendios todavía más extensos.

Un aspecto aún más preocupante es que, a medida que se prolongan e intensifican las sequías en la Amazonía, también se extiende la temporada de incendios.

3% del Amazonas quemado

La NASA calcula que entre 1999 y 2010 se quemó casi el tres por ciento de la Amazonía. Durante los años en los que se registraron más incendios de sotobosque, el área de bosque quemado superó la extensión de terrenos afectados por la deforestación y la agricultura.

En años de sequía, la catástrofe que representa el cambio climático se agrava debido a las consecuencias de la deforestación. Si los incendios se generaran en el centro del bosque tropical, los claros quemados podrían recuperarse naturalmente en el lapso de una generación; pero, por desgracia, la práctica agrícola de roza, tumba y quema por lo regular se emplea en las orillas del Amazonas.

Pastoreo

Esa superficie quemada después se utiliza para el pastoreo, por lo que es muy poco probable que se recupere como territorio de bosque tropical.

Conforme se reduce la extensión del bosque, también disminuye la precipitación. Una menor precipitación, a su vez, provoca que se produzcan sequías más graves. Si las sequías son más prolongadas y severas, los bosques se fragmentan y se vuelven más vulnerables a los incendios, y más carbono es liberado a través de las llamas.

Se trata de un terrible círculo vicioso, tanto para las millones de personas que viven en el mayor bosque tropical del mundo como para los miles de millones de habitantes del planeta que dependen de su biodiversidad, producción de agua dulce y absorción de carbono.

En años normales, los siete millones de kilómetros cuadrados de bosque tropical de la Amazonía actúan como una aspiradora natural de carbono, pues absorben más del que producen. Pero en años de sequía, al reducirse el ritmo de crecimiento de la vegetación y morir los árboles, baja esta tasa de absorción.

Por lo tanto, la Amazonía no solo no puede cumplir sus funciones como pulmón del planeta, sino que se transforma en una fuente de emisiones de carbono. Y, además, los efectos de las sequías graves pueden persistir durante varios años.

No es tarde para intervenir

Quizá sea muy tarde para detener el calentamiento global, pero no para controlar la diseminación de los incendios.

Desde 1970, más de una quinta parte del bosque tropical ha sido destruida por la explotación forestal y las actividades agrícolas.

Ahora, el cambio climático amplifica las consecuencias de la actividad humana y amenaza a una fuente crucial de biodiversidad, agua dulce y oxígeno del mundo.

En el siglo XXI, proteger lo que queda del bosque tropical de la Amazonía no se limita a expulsar a las excavadoras, sino que exige combatir los incendios.

Fuente: Diario Ecología / CHRIS FELICIANO ARNOLD,

Artículo de referencia: http://diarioecologia.com/el-fuego-esta-terminando-con-el-pulmon-del-planeta/,



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