Los espárragos silvestres y sin brotes tiernos son un nuevo bioindicador de los efectos del calentamiento global en nuestros ecosistemas forestales.

El bosque mediterráneo empieza a perder la batalla ante el cambio climático. La ausencia continuada de lluvias está provocando un agravamiento del estrés hídrico que sufren desde hace años los pinares encinares costeros.

Los árboles se muestran cada vez menos resilientes y más vulnerables a las plagas forestales: las grandes beneficiadas por el calentamiento global.

En consecuencia, salir a pasear por las serranías del litoral genera un profundo desánimo en el amante de la naturaleza al comprobar como la floración es cada vez menos generosa, las plantas se rinden y adelantan el estiaje, y el suelo cruje ya con las pisadas cuando apenas ha arrancado la primavera.

Una tradición en peligro

Pero los efectos de la falta de humedad en los ecosistemas forestales no se evidencian tan solo en ese lento languidecer del paisaje, esa falta de humedad que reseca también el alma del caminante, sino en la más que probable desaparición de algunas de las tradiciones vinculadas al paso de las estaciones y la recolección de los frutos silvestres.

Así, de la misma manera que los boletaires vienen lamentándose cada otoño de la falta de setas en los bosques, el cambio climático puede acabar con otra de las aficiones más populares entre los amantes de los paseos primaverales por el campo: la recolección de espárragos silvestres.

El espárrago silvestre o de margen es el brote primaveral de la esparraguera (Asparagus officinalis): uno de los arbustos más frecuentes del bosque mediterráneo.

Con su característico aspecto espinoso y enmarañado, el espárrago suele crecer entre marzo y abril a los pies de esta planta, aunque no es raro que emerja en solitario en mitad del suelo del bosque, al pie del camino o en los márgenes de los barbechos.

Primaveras resecas

Sin embargo, puedo dar testimonio directo de la alarmante escasez de espárragos que viene dándose en los bosques de nuestras serranías litorales en estos últimos años. Una escasez que, en esta primavera que se anuncia seca y recalentada, ha derivado en su completa ausencia.

Porque las esparragueras, como madejas resecas de alambre, directamente no están brotando. Y si lo hacen es en delgados filamentos sin consistencia que, como flores muertas, se desvanecen sin llegar a enderezarse.

Es así como estas plantas vienen a unirse al larguísimo listado de bioindicadores del cambio climático en nuestros ecosistemas forestales, acabando con una de las recolecciones más populares entre las vinculadas al paso de las estaciones en el bosque, y privándonos a quienes la venimos practicando de uno de los frutos silvestres más exquisitos.

Llegar a casa con un manojo de espárragos recién cogidos del bosque, cuando todavía están empapados por el rocío y sueltan su verdoso jugo por el corte, trocearlos y freírlos con aceite de oliva virgen para añadirlos a un revuelto de huevos, o partirlos directamente sobre una ensalada de la huerta.

Ese exquisito placer puede llegar a su fin si, como anuncian los expertos que siguen la evolución del cambio climático, seguimos avanzando de manera acelerada hacia los peores modelos.

Fuente: JOSÉ LUIS GALLEGO / LA VANGUARDIA,

Artículo de referencia: https://www.lavanguardia.com/natural/ecogallego/20190327/461233160341/cambio-climatico-sequia-bosque-mediterraneo-desaparicion-esparragos-silvestres.html,



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