En España se ha implantado un sistema de etiquetado ambiental que distingue a los vehículos, una medida controvertida e inadecuada según algunos expertos.
Las emisiones de coches han de reducirse un 37,5% de aquí a 2030, las de furgonetas un 31%. Este es el acuerdo suscrito por los gobiernos de la Unión Europea en 2019. ¿El objetivo? Mejorar la calidad del aire en las ciudades, punto neurálgico de la contaminación atmosférica.
Reducir la contaminación
Más de 200 grandes ciudades europeas ya han establecido protocolos para reducir la contaminación procedente de los tubos de escape de los coches y motocicletas de uso privado, ente ellas, Madrid.
Las primeras medidas se tomaron en 2018 y desde marzo de 2019 para circular por el centro de la capital es necesario que los vehículos muestren un distintivo ambiental en el parabrisas delantero que identifique el impacto de sus emisiones.
Los resultados son positivos, aunque no suficientes para la realidad medioambiental. Entre diciembre de 2017 y diciembre de 2018 las emisiones de NOx se redujeron un 38% y las de CO2 un 14,2%. A pesar de ello, la iniciativa no ha sido muy bien acogida por su modelo de aplicación.
Según las principales asociaciones de conductores, en la actualidad, la normativa de distintivo ambiental establecida en España se basa en una clasificación que únicamente tiene en cuenta la tecnología empleada en los motores de los vehículos. Una situación que no se ajusta correctamente a los objetivos medioambientales que se pretenden conseguir, tal y como indican estas organizaciones.
“No se puede controlar en qué modo de conducción funcionan los híbridos no enchufables, y algunos de ellos homologan una cifra de emisiones bastante alta como para ser considerados vehículos ECO”, detallan fuentes del RACE.
Así, un vehículo híbrido puede no garantizar unos niveles de emisiones menores respecto a un vehículo que dispone de la etiqueta C -automóviles que en teoría producen más emisiones de gases contaminantes-.
¿Hay alternativas?
Lo idóneo sería realizar una evaluación de cada unidad que circule por la ciudad. Así lo defienden tanto ecologistas como asociaciones de conductores y consumidores. “Lo óptimo es realizar la distinción en función de las emisiones contaminantes de cada coche”, indican fuentes del RACE.
Por su parte, desde Ecologistas en Acción detallan que otra de las alternativas sería la detección remota de emisiones, que puede identificar los gases que producen los vehículos. “Diferenciar entre gasolina y diésel también ayuda a mejorar esta distinción, aunque habría menos errores si se restringiera el paso a todos los diésel en vez de discriminando en base a distintivos”, apunta Blázquez.
En las grandes ciudades de Europa se han tomado medidas generalizadas que siguen esta tónica. “En la mayoría de los países europeos con etiqueta medioambiental se ha hecho una clasificación más extensa que la de España, utilizando hasta ocho clasificaciones medioambientales”, detallan desde la Asociación Europea de Automovilistas (AEA).
Así, cada país decide otorgar sus propias distinciones ambientales de los vehículos a partir de diferentes etapas establecidas en la normativa europea sobre emisiones contaminantes en función del año de matriculación de los vehículos.
Norma EURO 1-desde 1993- o EURO 2 -desde 1996-
“En muchos países europeos se concede la etiqueta a partir de la norma EURO 1-desde 1993- o EURO 2 -desde 1996- , mientras que en España sólo se concede a partir del año 2000, teniendo en cuenta que tenemos un parque automóvil más viejo”, explican las fuentes de AEA.
En Alemania, por ejemplo, han optado por un sistema de distinción basado en las emisiones de partículas, independientemente de la tecnología que utilice su motor.
Así, el distintivo, con tres colores diferentes, es obligatorio para todos los turismos, autobuses y camiones que vayan a circular por las más de 60 zonas medioambientales identificadas en el país. O en París, donde en función de los niveles de contaminación, puede llegar a restringir el tráfico en toda su área metropolitana.
Peaje urbano
Una alternativa al etiquetado ambiental para regular el tráfico es el peaje urbano; la imposición de una tasa económica para circular por el centro de la ciudad.
Este método lleva en funcionamiento desde hace varios años en grandes capitales como Oslo, donde existe un peaje urbano de acceso a la ciudad que diferencia entre vehículos diésel, gasolina, híbridos y eléctricos sin recurrir a etiquetas.
Un caso muy parecido es el denominado impuesto de congestión establecido en Estocolmo desde hace más de 10 años, una particular tasa que se debe abonar tanto al entrar como al salir de la ciudad.
En relación con estas tasas o gravámenes, un reciente estudio, elaborado por la consultora Idencity concluye que la implementación de un peaje urbano en los accesos a las ciudades de Barcelona y Madrid “podría suponer mejoras cuantificables en cuanto a aspectos de movilidad, ambientales, de calidad de vida y de seguridad, para el conjunto de la ciudadanía” y conseguiría una reducción del tráfico de cerca de 200 millones de vehículos al año en ambas ciudades.
Aunque estas iniciativas son diferentes, el fin es común: limpiar el aire de las ciudades para garantizar la salud global de las personas y de la Tierra.
Fuente: Pablo Ramos Delgado / Planeta Inteligente – EL MUNDO,
Artículo de referencia: http://www.planetainteligente.elmundo.es/retos-y-soluciones/se-merece-tu-coche-esa-etiqueta,