Las aves no ponen los huevos exactamente iguales, ya no sólo en cuanto a tamaño, lo cual es obvio, sino también en cuanto a la morfología. Este hecho ya fue observado por Aristóteles que se aventuró a afirmar, de forma equivocada, que los huevos largos y puntiagudos albergan hembras, y los redondeados, machos.
Dentro de la biodiversidad del huevo aviar hay animales, como los avestruces, que se decantan por la forma esférica, algunos como las gallinas por la ovoide, y otros como los vencejos por huevos alargados y simétricos.
En las aves el aparato reproductor femenino está formado por dos elementos básicos: ovario y oviducto. El ovario está ubicado en la parte superior de la cavidad abdominal; mientras que el oviducto se extiende desde el ovario hasta la cloaca y se divide en cinco partes bien diferenciadas (infundíbulo, magnum, istmo, útero y vagina).
La zona del istmo es el lugar en el que el huevo se rodea de las fibras proteicas que formarán las dos membranas, una interna y otra externa o cáscara. La responsable de la forma final del huevo es la membrana interna.
¿Por qué tienen su forma?
Los estudiosos en la materia han barajado varias hipótesis para explicar la forma de los huevos, algunas de ellas sostienen que depende de la ubicación del nido, por ejemplo, las aves rupícolas tienen huevos más cónicos que ruedan en un pequeño círculo, para evitar que caigan por el borde de un acantilado.
Otras teorías abordan aspectos relacionados con la eficacia de la incubación. En este sentido, hace ya más de dos décadas que una pareja de investigadores de la Universidad de Bath, en el Reino Unido, analizaron más de una treintena de aves, relacionando la forma y la cantidad de huevos que la hembra incubaba de forma simultánea.
Sus conclusiones fueron sorprendentes, porque de algún modo defendían que la naturaleza ha relacionado la incubación de los huevos –la cantidad que tienen que incubar– con la forma de los mismos, hasta el punto de poder extraerse un patrón matemático.
Esta teoría no satisface totalmente a la comunidad científica, ya que existen otras variables, como las características específicas de cada especie y el hábitat, que también influyen en la incubación.
La importancia del vuelo
No todas las aves vuelan de igual forma. En términos evolutivos, a medida que las aves se fueron adaptando al vuelo propulsado, el tamaño corporal y la cavidad abdominal se redujeron, siendo necesario que la forma de los huevos se adaptase al nuevo habitáculo.
Estas premisas fueron el punto de partida de un equipo de investigadores de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), que se dedicaron a analizar la forma de casi 50.000 huevos procedentes de 1.400 especies diferentes. Una muestra muy amplia, ya que representaba el 14 por ciento de las 10.000 especies de aves existentes.
Con potentes herramientas biofísicas, informáticas, matemáticas y de biología comparada los autores firmantes del estudio concluyeron que las aves que incuban huevos más alargados y asimétricos son las más óptimas para el vuelo. Los huevos de las aves más robustas, como pueden ser el avestruz y el emú, son casi esféricos, mientras que aquellas aves más aerodinámicas tienen huevos aerodinámicos.
Una excepción a esta regla serían los pingüinos, incapaces de volar y con huevos asimétricos, en este caso parece ser que se trata de un cambio aerodinámico relacionado con la capacidad natatoria.
Fuente: PEDRO GARGANTILLA / ABC,
Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-aerodinamica-causa-explica-forma-huevos-201905060150_noticia.html,
Claro, los pingüinos «vuelan» en el agua.