Aparte de reforestar los bosques, lugares insospechados como ciudades y desiertos se prestan para acoger nuevos árboles, considerados una solución natural capaz de compensar parte de las emisiones de carbono a la atmósfera.
Una de las últimas iniciativas globales es la Gran Muralla Verde para las Ciudades, anunciada por la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) con la intención de crear 500.000 hectáreas de bosques urbanos y restaurar 300.000 hectáreas de bosques naturales para 2030.
Ese cinturón verde se extendería por 90 ciudades de 30 países desde el Sahel hasta Asia Central, según la agencia. Los bosques pueden hacer que la temperatura del aire descienda hasta 8 grados centígrados y mejorar la calidad del aire en las ciudades, donde se calcula que vivirá el 70% de la población mundial en 2050.
«Hay tantos tipos de bosques como situaciones. Depende mucho del potencial de los ecosistemas. No es igual un bosque en una dehesa que uno tropical. Es importante que los países exploren distintas opciones», indica a Efe la experta de la FAO María Ruiz Villar.
La experiencia del Sahel
El nuevo proyecto sigue la estela del de la Gran Muralla Verde del Sahel, lanzado en 2007 con vistas a restaurar 100 millones de hectáreas de paisajes degradados en más de 20 países africanos para 2030. En conjunto, podrían capturarse hasta 5 gigatoneladas anuales de dióxido de carbono.
Se espera que sus 8.000 kilómetros de largo en África también sirvan de barrera natural contra la desertificación en una de las regiones más pobres del planeta.
En zonas áridas de Níger, Burkina Faso y Malí han empezado por plantar más de dos millones de semillas de 50 especies nativas de árboles en unas 2.500 hectáreas.
El viceministro de Agricultura de Níger, Mohamed Boucha, explicó en un acto en Roma que cada año pierden 5.000 hectáreas por la acción del clima, lo que, unido a otros problemas como el desempleo, representa una «bomba de relojería» que hace falta desactivar con «inversión agrícola».
Esas acciones se enmarcan dentro del Desafío de Bonn, que desde 2011 promueve la restauración de 350 millones de hectáreas degradadas hasta 2030.
Los países se han comprometido por ahora a hacerlo con 170 millones de hectáreas, aunque expertos y ONG reunidos recientemente en Nueva York criticaron que solo se han recuperado 27 millones de hectáreas forestales en las últimas dos décadas y que cada año se siguen perdiendo otros 26 millones, del tamaño del Reino Unido.
Alimentos e ingresos de los bosques
Los bosques han demostrado ser un buen antídoto natural contra la crisis climática, pues absorben el equivalente a 2 gigatoneladas de dióxido de carbono cada año.
Su destrucción es, junto a la agricultura, responsable de unas 10 gigatoneladas anuales, una cuarta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, según el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC).
Los árboles también regulan el ciclo del agua, mejoran la fertilidad del suelo y albergan insectos polinizadores, motivos a favor para combinarlos con cultivos agrícolas.
Ruiz Villar sostiene que la recuperación de ecosistemas abandonados o improductivos, lejos de ser una «inversión a fondo perdido», puede generar actividades económicas y dar motivos a la población para quedarse en las zonas rurales frente a su despoblación. Se calcula que unos 1.600 millones de personas en el mundo viven de los recursos forestales, ya sea para alimentarse como para generar ingresos.
Diversidad biológica
Un estudio publicado en la revista Science determinó que la restauración forestal es una de las soluciones más efectivas ante el cambio climático: hay potencial para plantar árboles en una superficie mayor de lo que se pensaba (casi mil millones de hectáreas, del tamaño de Estados Unidos), lo que reduciría las emisiones de CO2 en un 25%.
«Tenemos que ser más pragmáticos para que la restauración sea viable ecológica y económicamente», apunta el experto de la organización Bioversity International Chris Kettle.
Ve problemática la actual deforestación y fragmentación de los bosques como consecuencia de las grandes plantaciones de cultivos como el aceite de palma, ya que en los ecosistemas naturales «se deben mantener las interacciones entre las especies para que sea posible la recuperación».
E insiste en que degradar los bosques tropicales significa «reducir su habilidad para adaptarse al cambio climático y su diversidad biológica».
Fuente: Belén Delgado / EFE, ABC,
Artículo de referencia: https://www.abc.es/natural/vivirenverde/abci-ciudad-desierto-lugares-donde-pueden-aflorar-nuevos-bosques-201910161227_noticia.html,
Concentración parcelaria en los pueblos en trance de abandono o abandonados para 1 o 2 agricultores. IBI, por su cuenta.Creación de bosques, turismo rural, biomasa, etc.