Nuestros océanos se encuentran en primera línea de fuego sufriendo las consecuencias de este cambio, y son al mismo tiempo protagonistas para poner remedio al problema.

En octubre de 2018, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) publicó el informe de 1.5ºC, donde establecía qué medidas a nivel de mitigación, adaptación y resiliencia deberían de tomar los gobiernos para cumplir los compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto de invernadero (GEI) acordados en París por 195 países, bajo la Convección Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en su conferencia COP21.

El IPCC indicaba que para mantener la temperatura del planeta a finales de siglo entre 1.5ºC y 2ºC por encima de valores preindustriales, con el fin de evitar efectos catastróficos en el clima del planeta, había que alcanzar emisiones netas cero de CO2 alrededor de mitad de siglo, junto con una reducción drástica de otros GEI.

Sin embargo, no existe ningún escenario posible de reducción de emisiones que permita alcanzar este objetivo. La energía procedente del sol, el viento y el mar puede ser (y será) el motor energético de las sociedades futuras, pero es impensable que algunos sectores como la aviación o la agricultura, dejen de generar emisiones, al menos durante las próximas décadas.

Por ello, la única solución plausible para alcanzar emisiones netas cero es combinar la reducción drástica de emisiones con la captura de GEI en la misma proporción que se generen en la segunda mitad de siglo. Solo si se alcanza este balance y se mantiene a lo largo de un periodo de tiempo suficientemente extenso, el calentamiento del planeta podrá estabilizarse.

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Océanos

En esta batalla contra el cambio climático, nuestros mares y océanos se encuentran en primera línea de fuego, sufriendo las consecuencias, pero siendo al mismo tiempo protagonista fundamental de la solución al problema.

Los océanos constituyen la principal reserva de carbono activa del planeta. Almacenan 39.000 Gt (gigatoneladas) de carbono, 50 veces más que todo el CO2 que se encuentra en la atmósfera, y por ello son los principales mitigadores potenciales de los GEI.

La captura y secuestro de GEI en el océano se puede producir mediante soluciones basadas en la naturaleza (NCS) o mediante emisiones negativas basadas en tecnologías (NETs).

Las NCS, como la conservación y restauración de ecosistemas marinos costeros, junto con el cultivo intensivo de microalgas y macroalgas, presentan pocos riesgos y muchos beneficios; no solo climáticos, sino también en la fabricación de biocombustibles, como fuente de alimentación para los peces o la humanidad, o para la protección de hábitats y la biodiversidad marina.

Las NETs, sin embargo, tienen sobre el papel un potencial de reducción de emisiones mayor, pero muchas de estas tecnologías están aún en estado conceptual de desarrollo o se han probado solo a escala experimental.

Por ejemplo, la captación directa de CO2 y su almacenamiento (CCS) en el lecho marino es una de las medidas potencialmente más efectiva, y podría llegar a contribuir a la reducción de hasta 2 GtCO2 al año para mediados de siglo.

CO2

La CCS se utiliza actualmente a escala industrial para almacenar el exceso de CO2 que viene asociado al gas natural de yacimientos marinos en su proceso de extracción, por lo que la tecnología está desarrollada.

La alcalinización artificial en el océano (OA) es otra NET con un gran potencial de mitigación, pero en estado aún de desarrollo experimental. El proceso consiste en añadir materiales alcalinos (como olivino o cal) al agua, con el fin de que absorban CO2 y disminuya la acidificación del océano. Sin embargo, se ha considerado una medida con riesgo ambiental.

Este es el objetivo de un próximo proyecto pionero que llevará a cabo el instituto de investigación alemán Geomar, en colaboración con la Plataforma Oceánica de Canarias y la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en el que se estudiará el impacto de la OA sobre comunidades planctónicas marinas en aguas de Canarias y en fiordos del norte de Europa, utilizando grandes mesocosmos experimentales, donde se puedan manipular las muestras de agua, sin afectar al entorno natural.

Las NETs son tecnologías en desarrollo, pero en ningún caso pueden llegar a reemplazar el proceso de decarbonización necesario mediante la reducción drástica de emisiones. El coste de investigar y aplicar NETs es elevado, pero lo será mucho más si no se toman medidas urgentes.

Fuente: Javier Arístegui / La Razón,

Artículo de referencia: https://www.larazon.es/medio-ambiente/20191204/6o6w7veplfaahfwnxydtmuvqme.html,



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