Incendios, desertización y pérdida de biodiversidad son los principales impactos sobre el medio ambiente como consecuencia de que el despoblamiento rural y la crisis climática se retroalimentan.
Cuando los habitantes de un pueblo se van, no sólo dejan tras de sí su legado familiar. Se produce también una pérdida cultural. Los pueblos se quedan sin sus habitantes y los bosques y prados, sin las manos que los trabajan.
“El abandono de las actividades agraria y ganadera tradicionales provoca un aumento de la superficie forestal, que crece sin control, a merced de los incendios forestales”, advierte Secundino Caso, presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR). La crisis climática, caracterizada por un aumento de las temperaturas y una menor humedad, no hace más que agravar el riesgo de incendio.
“No es casualidad que en la zona de Galicia, una de las que más sufre el despoblamiento rural, haya tantos incendios”, señala Manuel Guisado, cofundador de Vanwoow, una plataforma colaborativa que tiene como objetivo frenar el despoblamiento rural.
El informe El Polvorín del Nordeste, elaborado por WWF España, AIP y WWF Portugal, apunta que los incendios que se propagan con mayor virulencia se dan en aldeas en peligro de extinción.
Desertización
Lo mismo sucede con la desertización. La existencia de cultivos permanentes en secano en zonas de topografía complicada, contribuye a evitar la erosión, a mantener el paisaje y a preservar la biodiversidad.
“Al degradarse, estas zonas son aún más vulnerables a los efectos del cambio climático, como sequías, y se van erosionando cada vez más”, advierte Guisado. El cofundador de Vanwoow señala que “coincide que el avance del despoblamiento afecta primero a las zonas más áridas y menos productivas”.
Otra gran consecuencia es la pérdida de biodiversidad. “Esta se ve perjudicada por la menor calidad ambiental, pero también por los incendios y la erosión del suelo”, añade Guisado. Cabe tener en cuenta que la biodiversidad ya se ve modificada por los cambios en el clima, que alteran la distribución geográfica de la flora y la fauna.
Finalmente, Caso apunta la degradación de “este paisaje que tanto nos gusta, un paisaje moldeado por las personas que viven en él”. Al desaparecer la presencia humana, la naturaleza recupera el terreno perdido. “Hay quienes opinan que esto no es necesariamente negativo, pero no hay que olvidar que el ser humano también forma parte de la naturaleza”, argumenta Guisado.
Por otro lado, si el paisaje rural se degrada, pierde atractivo turístico, que es una de las patas económicas más importantes en este tipo de entornos.
El despoblamiento rural se desacelera
Aunque la población rural sigue perdiendo peso, el despoblamiento se ha desacelerado en los últimos años en Catalunya, según el último Observatori del Món Rural, publicado esta misma semana.
Sin embargo, “se mantiene la tendencia de concentración de la población rural en las capitales de comarca al tiempo que se despueblan los otros núcleos comarcales”, advierte Marc Costa, técnico de la Fundació del Món Rural, autora del estudio.
El informe constata también el proceso de envejecimiento, que se da tanto en zonas urbanas como rurales. “Si bien es cierto que el mundo rural presenta unos datos más acusados, con menos personas por debajo de los 35 años y con cerca del 20% de los habitantes en una edad superior a los 85 años”, añade Costa.
Iniciativas como la de Vanwoow, un proyecto de mentoría profesional para mujeres en el mundo rural de la Conselleria de Agricultura o las 200 iniciativas puestas en marcha en la Comunidad Valenciana dentro del programa Leader buscan combatir de manera activa el problema del despoblamiento en estos entornos.
Fuente: LORENA FARRÀS PÉREZ / LA VANGUARDIA,
Artículo de referencia: https://www.lavanguardia.com/natural/cambio-climatico/20191215/472187545244/despoblamiento-mundo-rural-crisis-climatica.html,