Cuando infecta, el coronavirus SARS-CoV-2 no discrimina geografía, género ni profesión. El virus parece afectar a las personas del mismo modo, incluso a los niños que no parecen ser más inmunes al virus. Las últimas cifras de China, donde se inició el brote el pasado diciembre, muestran que los menores de edad podrían contraer el patógeno en tasas comparables a las de los adultos.
No obstante, la enfermedad no parece afectarles del mismo modo: tras infectarse, los niños parecen tener menos probabilidades de caer gravemente enfermos. De hecho, más de un 90% de los casos pediátricos son moderados, leves o asintomáticos. Esta fortaleza juvenil no es nueva y se ha observado antes en otras enfermedades, como la varicela.
Ahora mismo, el test de SARS-CoV-2 se realiza a pacientes con síntomas evidentes y es probable que no se haya detectado a mucha gente con síntomas leves o asintomática.
Niños menos afectados
El pasado 24 de marzo, los responsables de salud pública del Condado de Los Ángeles informaron del fallecimiento de un adolescente, lo que significó la primera defunción de un menor vinculada al coronavirus en Estados Unidos. Sin embargo, los resultados preliminares de los test muestran que es «muy probable que los niños se vean menos afectados«, asegura Eric Rubin, investigador y médico de la Facultad de Salud Pública de Harvard y editor jefe del New England Journal of Medicine.
En los pasados brotes de SARS y MERS se observó un patrón similar: en ambas enfermedades respiratorias graves, también ocasionadas por coronavirus, no parecían afectar del mismo modo a los más jóvenes.
Los científicos y los médicos siguen en proceso de aprendizaje sobre el nuevo virus y las defensas que utiliza el sistema inmunitario, pero averiguar por qué el SARS-CoV-2 es menos grave en niños podría ser relevante para conocer nuevas formas de combatir la propagación de la enfermedad.
«La forma de ganar la batalla al virus es entender su biología y la respuesta al virus. Entonces, podremos abordarlo en todos los niveles», afirma Gary Wing Kin Wong, neumólogo pediátrico de la Universidad China de Hong Kong y autor de un estudio reciente sobre la prevalencia de la COVID-19 en niños.
Orden inmunitario para combatir el coronavirus
Las enfermedades infecciosas son las causantes de una dura batalla en el cuerpo humano, librada entre los patógenos malignos y sistema inmunitario, la defensa natural del organismo. En condiciones ideales, el sistema inmunitario se limpia al cuerpo humano de los patógenos sin ocasionar daños colaterales en las células sanas, pero no siempre es así.
No todos los sistemas inmunitarios son iguales ni tienen la fortaleza de organizar una respuesta contundente que evite que los gérmenes invasores causen estragos. También pueden darse las reacciones inmunitarias exageradas, que pueden causar más daños que los propios patógenos. Un difícil equilibrio en el interior del cuerpo humano.
Rubin asegura que los adultos podrían sufrir los efectos de esta nueva enfermedad con más gravedad que los niños porque sus sistemas inmunitarios no son capaces de encontrar un término medio y se debaten entre una respuesta insuficiente y una excesiva.
Las personas mayores, que hasta la fecha representan la mayoría de los fallecimientos por COVID-19, podrían encontrarse en peores condiciones porque su sistema inmunitario ha empezado a decaer. Un cuerpo envejecido es como «un coche que lleva 15 años circulando, no está en buena forma. Cuando entra un invasor, podría ser capaz de provocar una destrucción más rápida«, afirma Wong.
Coronavirus en bebés
Los sistemas inmunitarios poco desarrollados también podrían estar en riesgo, ya que no han tenido tiempo de dar respuestas a un amplio abanico de patógenos. Los casos de Covid-19 entre bebés son poco habituales, pero un estudio realizado en China a 2143 niños (de menos de 18 años) contagiados por SARS-CoV-2 determinó que la mayoría de los casos graves o críticos se daban en niños de cinco años o menos.
Sin embargo, tras unos años de crecimiento, los sistemas inmunitarios de los más jóvenes podrían alcanzar un estado ideal y haberse hecho lo bastante resistentes como para contener una infección sin necesidad de responder de forma exagerada.
Muchos de los casos más graves en adultos parecen ser por respuestas inmunitarias hiperactivas que destruyen células sanas junto a las infectadas, algo que podría ser menos común en niños. Wong asemeja estos ataques desenfrenados con enviar un batallón entero de tanques para enfrentarse a dos ladrones que han entrado a robar en una casa: «Acabas destruyendo toda la aldea«.
Los antecedentes del coronavirus no siempre son positivos
El SARS-CoV-2 es uno de los siete coronavirus conocidos que afecta a los humanos. Dos de ellos, que son responsables de las enfermedades del SARS y el MERS también pueden resultar mortales; el resto son relativamente benignos y provocan resfriados comunes de poca gravedad.
Kanta Subbarao, viróloga y especialista en enfermedades infecciosas pediátricas del Instituto Peter Doherty de Infección e Inmunidad de Melbourne, intuye que una exposición previa a coronavirus de poca gravedad podría beneficiar a los niños frente a los adultos a la hora de enfrentarse a la COVID-19.
Los niños, inmersos en entornos escolares, podrían estar generando anticuerpos constantemente para responder a esos coronavirus más leves y dichos anticuerpos serían suficientemente versátiles como para combatir el nuevo coronavirus, mucho más grave.
Cuando un patógeno invade el cuerpo, los anticuerpos reconocen las características específicas de ese microbio, se pegan a él y lo desarman antes de entregárselo a un leucocito para que lo destruya.
Una estrategia muy eficaz cuando los anticuerpos encajan a la perfección con un virus, pero cuando estos mismos anticuerpos solo reconocen un patógeno parcialmente, podrían no incapacitarlo por completo. Al no haber sido reducido, el virus infectaría al leucocito y este facilitaría la propagación de la enfermedad por el cuerpo.
Infección de las células
Es un caballo de Troya, en el que el sistema inmunitario ayuda sin saberlo a que un virus infecte las células sanas. Este fenómeno se denomina amplificación de la infección dependiente de anticuerpos (ADE, por sus siglas en inglés). Se ha demostrado que este proceso ocurre en el virus del dengue y el virus del Zika, y algunos estudios preliminares sugieren que los coronavirus también lo podrían usar.
De ser así, la ADE podría explicar por qué el SARS-CoV-2 es más letal entre adultos, cuyos sistemas inmunitarios responden de manera más agresiva ante una infección. No obstante, los investigadores señalan que las evidencias no son definitivas.
La proteína que tiene la llave del proceso
Al estudiar las células que ataca el SARS-CoV-2, los científicos han planteado otra teoría de por qué la enfermedad podía afectar más a los adultos. Al igual que su pariente el SARS-CoV-1 (que provoca el SARS), el SARS-CoV-2 impulsa el proceso infeccioso pegándose a la proteína ECA2. Esta proteína se encuentra en las superficies de las células de todo el cuerpo, pero se concentra en especial en partes de los pulmones y el intestino delgado.
Algunos investigadores han planteado que las células pulmonares de los niños podrían fabricar menos proteínas ECA2, por lo que esta singularidad del desarrollo humano podría frustrar desde el principio los intentos del virus de infectar y extenderse.
Por otra parte, Rachel Graham, epidemióloga y viróloga en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, indica que los coronavirus no requieren mucha ECA2 para penetrar en las células y que tener menos cantidad no siempre resulta beneficioso.
Curiosamente, una de las muchas funciones de la ECA2 consiste en aumentar las defensas contra los virus respiratorios inutilizando una enzima que contribuye a la destrucción de tejidos. Estudios en roedores también sugieren que los niveles de ECA2 disminuyen con la edad, lo que podría afectar a la resistencia ante enfermedades de los más mayores.
Más incógnitas que certezas
Los investigadores siguen indecisos sobre cual de estas hipótesis podría explicar el aguante de los niños a la COVID-19, si es que alguna lo hace. «Es un campo abierto. Simplemente no lo sabemos«, dice Rubin.
Hay una serie de variables no relacionadas con la edad que complican la cuestión, como la genética de una persona, el entorno o su medicación. «Puede que todos estos factores sean en parte responsables del resultado. Entender un sistema biológico va a llevar su tiempo», afirma Wong.
Se trata del tercer ejemplo de un coronavirus animal que ha provocado una enfermedad grave en humanos, asegura Subbarao. «Es muy importante que lo entendamos para poder prepararnos mejor para el futuro». Por el momento, «podemos consolarnos con los datos de que lo común es quelos niños no enfermen de gravedad, por lo que debería tranquilizar a los padres», dice la viróloga.
Sin embargo, los expertos coinciden en que la gente con síntomas leves o asintomática puede contagiar el nuevo virus a los demás. Wong insiste en que los niños «podrían ser un factor importante a la hora de hacer que la pandemia se propague», aunque tengan menos posibilidades de sufrirla de un modo muy agresivo.
Se reduce el contacto por el coronavirus
Con cierre de colegios y guarderías, los más pequeños han reducido en gran medida el contacto mutuo, pero lo más importante es que se han cortado las interacciones con los seres queridos más vulnerables, como los abuelos.
Aunque estas transformaciones no son fáciles, puede motivarse a los niños para que lo hagan. Los niños «tienen un instinto innato hacia la compasión«, asegura Maryam Abdullah, psicóloga del desarrollo y directora de programas de cuidados parentales del Centro de Ciencia para el Bien Común de la Universidad de California.
«Existe el mito de que los desastres sacan lo peor de las personas. Pero una y otra vez hemos visto a los niños esperando para ofrecer su apoyo. Es algo a lo que debemos aferrarnos ahora más que nunca».
Fuente: National Geographic,
Artículo de referencia: https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/ninos-y-coronavirus-hipotesis-resistencia-juvenil-ante-pandemia_15376,