Aunque la creencia más extendida es que la Luna es un trozo de roca fría y muerta flotando a nuestro alrededor, lo cierto es que puede que no sea tan simple.
Los geólogos llevan unos años encontrando indicios de que en realidad es posible que haya habido actividad tectónica reciente e incluso que siga en curso hoy. De hecho, un nuevo estudio publicado en la revista «Geology» indica la presencia de rocas nuevas en una cresta de la superficie visible desde la Tierra, lo que sugiere movimientos en el interior de nuestro satélite.
«Existe la suposición de que la Luna está muerta hace mucho tiempo, pero seguimos descubriendo pruebas de que este no es el caso», afirma el geólogo planetario Peter Schultz, de la Universidad de Brown. «Según este documento, parece que nuestro satélite todavía puede estar crujiendo y agrietándose, puede que ahora mismo, y podemos ver la evidencia en estas crestas».
El descubrimiento del programa Apolo
Desde el programa Apolo se sabe que la Luna todavía está retumbando en su interior. Los sismómetros colocados en la superficie lunar por los astronautas de aquellas misiones de los años sesenta y setenta revelaron de forma sorprendente leves terremotos profundos bajo aquel manto y temblores tectónicos más superficiales en la corteza.
Sin embargo, los geólogos concluyeron que se debía a la interacción con la gravedad de la Tierra, que igual que ocurre con las mareas en nuestro planeta, afecta a la superficie lunar, creando mucho estrés.
Pero los temblores menos profundos fueron más complejos de explicar. Se parecían a los terremotos en la fuerza, pero la Luna no tiene placas tectónicas. Entonces, ¿a qué se debe? El año pasado, los científicos encontraron una posible teoría: los temblores tectónicos estarían causados por la reducción de la Luna a medida que continúa enfriándose 4.500 millones de años después de su formación.
Además, se han detectado otras crestas nuevas alrededor de las cuencas de impacto llenas de lava; sin embargo, eso se puede atribuir a la flacidez asociada con el peso de la lava. Pero este último descubrimiento no encaja con eso. «La distribución que encontramos aquí pide una explicación diferente», afirma Schultz.
Las «calvas» en la Luna
Para hallar una respuesta, el investigador junto con el geólogo planetario Adomas Valantinas, de la Universidad de Berna (Alemania), estudiaron datos tomados del instrumento Diviner a bordo del Orbitador de Reconocimiento Lunar de la NASA, un equipo que mide la temperatura de la superficie lunar.
Y se fijaron concetamente en el lecho de roca expuesto, que retiene mejor el calor que las zonas cubiertas por el regolito lunar (un fino polvo formado por escombros de rocas trituradas).
Pero no fue una tarea fácil. «Los bloques expuestos tienen una vida útil relativamente corta porque la acumulación de regolito ocurre constantemente», explicó Schultz.
Es decir, que las zonas sin este polvo lunar están descubiertas por poco tiempo. «Pero debe haber alguna explicación de cómo y por qué estas zonas quedaron expuestas en ciertos lugares». Esto es, por qué se forman esa especie de «calvas» de roca desnuda sobre la superficie lunar.
Correlación entre la roca expuesta y antiguas grietas
Así, el equipo analizó los datos recopilados por la nave espacial en órbita cuando el lado cercano de la Luna estuvo envuelto en los 14 días de oscuridad de la noche lunar, e identificaron más de 500 parches de roca madre expuesta que parecían formar un patrón a través de la superficie de nuestro satélite.
Al tener el mapa completo, observaron con asombro cómo coincidían casi exactamente con grietas profundas y antiguas descubiertas en 2014. «Es casi una correlación uno a uno», afirma Schultz. «Eso nos hace pensar que lo que estamos viendo es un proceso continuo impulsado por cosas que suceden en el interior de la Luna».
Hace millones de años, estas grietas fueron alimentadas con el magma que surgía de las profundidades de la Luna. Y su distribución, descubierta en el mismo estudio de 2014, era consistente con las tensiones térmicas, el enfriamiento diferencial y la actividad magmática.
Sin embargo, un estudio más reciente halló que este patrón no se correspondería con lo que esperaríamos del enfriamiento de la Luna. Ni tampoco con el estrés que la gravedad de la Tierra provoca en el satélite.
Explicación: un inmenso impacto aún con eco en la Luna
Los nuevos hallazgos sugieren que las crestas aún están surgiendo de dentro hacia afuera. Y la combinación de estas crestas junto con las las grietas llenas de magma se podrían explicar por la cuenca del Polo Sur-Aitken. Se trata de un cráter inmenso de 2.500 kilómetros de diámetro de un cuerpo que chocó con la Luna.
Es tan grande que cubre una cuarta parte de toda la superficie y, de hecho, es uno de los cráteres de impacto más grandes conocidos en el Sistema Solar. El equipo propone que este enorme choque propició que el núcleo lunar se sacudiera y sus ecos lleguen incluso hasta hoy.
Esto podría haber producido un sistema de grietas que se llenaron de magma. Las crestas ascendentes son, entonces, según este modelo, la respuesta continua a ese evento parcialmente devastador de la Luna hace mucho tiempo.
«Los impactos gigantes tienen efectos duraderos. La Luna tiene una larga memoria. Lo que estamos viendo hoy en la superficie es testimonio de ella y secretos que aún guarda», afirma Schultz.
Fuente: P. B. / ABC,
Artículo de referencia: https://www.abc.es/ciencia/abci-puede-estar-interior-luna-vivo-202005050201_noticia.html,