Ante fenómenos como la COVID-19 o el calentamiento global, se plantea una elección entre la protección de la salud (de la población o del medio ambiente) o la prevalencia de la economía.
Para cuantificar esta disyuntiva se puede utilizar un análisis coste-beneficio. Un proyecto (de una empresa privada o un proyecto público) es una buena inversión, o no, comparando los costes (implícitos y explícitos) con los beneficios. Ambos se miden en términos monetarios actuales.
Análisis coste-beneficio
En el caso de la COVID-19, la prevista bajada del producto interior bruto que se debe al distanciamiento social es la medida de sus costes. En cuanto a los beneficios, son las vidas salvadas gracias al distanciamiento. El número estimado de vidas salvadas se multiplica por lo que se llama el valor estadístico de la vida: es el precio de la vida y se calcula en términos monetarios.
La noción de valor estadístico de la vida puede resultar cínica. Muchos consideran que la vida humana no tiene precio. Sin embargo, estamos dispuestos a correr riesgos a cambio de tiempo o dinero.
Fumamos, conducimos a gran velocidad, aceptamos trabajos que conllevan riesgos laborales a cambio de un sueldo más alto. El valor estadístico de la vida se calcula a partir de la cantidad de dinero que necesitamos para correr riesgos (o el que estamos dispuestos a pagar para reducir un riesgo).
Los beneficios de las medidas de distanciamiento son inmediatos, pero los costes se pagarán más tarde. Para poder comparar costes y beneficios que no suceden al mismo tiempo, se aplica una tasa de descuento a lo que suceda luego.
Esa tasa de descuento captura cómo valoramos hoy el tener un euro en el futuro comparado a cómo valoramos hoy el tener un euro hoy. Si un euro en el futuro vale tanto como un euro hoy, esto quiere decir que somos pacientes.
Cuanto menos valoremos un euro en el futuro comparado con un euro hoy, más impacientes seremos. Esta traducción de costes y beneficios futuros en moneda actual nos permite comparar todos los costes y todos los beneficios directamente.
COVID-19
Economistas de la universidad de Wyoming (EEUU) concluyeron que los beneficios del distanciamiento social son superiores a los costes, pero reconocen que el resultado depende de todas las variables y escenarios.
Un análisis de sensibilidad muestra que cambios en unos parámetros (como el valor estadístico de la vida o la tasa de actualización) podrían invalidar la conclusión anterior. Subrayan que el análisis no toma en cuenta aspectos sociales y generacionales.
En el caso del cambio climático la disyuntiva es parecida: se trata de aceptar una reducción del producto nacional bruto, a cambio de salvar vidas en el futuro. Hay estudios que llegan a la misma conclusión: los beneficios son superiores a los costes. Sin embargo, las medidas tomadas no son las mismas. Aquí proponemos unas claves para entender esta diferencia.
Una está relacionada con la tasa de actualización. En las sociedades más impacientes, los beneficios de las medidas de distanciamiento social y los costes asociados a mitigar el cambio climático serán más importantes que en sociedades más pacientes.
Identificamos entonces un factor, la paciencia (medida como tasa de descuento del dinero futuro), que trabaja a favor de reducir el calentamiento global pero en contra de reducir los efectos de la COVID-19. Una elección como la de Suecia, reticente a las medidas de distanciamiento social pero favorable a medidas de protección del medio ambiente, indica una sociedad paciente.
¿Cómo explicar el éxito en el confinamiento debido a la COVID-19?
Otro factor a favor del confinamiento ha podido ser el “efecto marco” (del inglés, framing effect). Tversky y Kahneman demostraron que la presentación (el marco) de una disyuntiva puede afectar las preferencias. Una enfermedad mata a 600 personas. ¿Cuál de los siguientes tratamientos prefiere?
- Uno que salva 200 personas (por lo que morirán 400)
- Otro que tiene una probabilidad de un tercio de salvar a las 600 personas (y por tanto, si funciona, morirán 0 personas, pero, si falla, las 600 personas mueren)
En general la respuesta depende de los planteamientos en términos de vidas salvadas o de vidas perdidas. Los individuos prefieren salvar de manera segura a 200 personas a intentar que haya cero muertos con una probabilidad un tercio.
Es decir, cuando el marco se refiere a ganancias, la mayoría de las personas prefieren evitar el riesgo, mientras que cuando el marco refiere a pérdidas, la mayoría de las personas prefieren la situación arriesgada.
Aplicando estos resultados a la COVID-19, parecía que la disyuntiva estaba entre una pérdida segura de vidas sin el confinamiento, y una reducción del número de vidas perdidas con el riesgo de dañar la economía (y las familias más frágiles en este sentido) con el confinamiento.
Relación directa
La presentación de la disyuntiva en términos de relación directa entre confinamiento y muertes evitadas puede haber influido a favor de la opción arriesgada (el confinamiento), evitando muertes seguras. En el caso de medidas contra el cambio climático, el objetivo se plantea en términos de reducción de la temperatura global sin indicar la estimación de muertes evitadas.
También ha jugado a favor del confinamiento el efecto de plazo o fecha límite, (deadline effect). En el artículo publicado en 1988 por la American Economic Review, los autores Roth, Murnighan y Schoumaker diseñan una serie de experimentos de negociación bilateral y observan que los acuerdos se alcanzan, la mayoría de las veces, en el último medio minuto.
Mientras el virus parecía afectar sólo a los habitantes de la provincia de Hubei (Wuhan), ningún ciudadano estaba comprando mascarillas. En el momento en que se comenzaron a detectar casos en su ciudad, las personas comenzaron a tomar medidas (la enfermedad es mortal en pocas semanas). Este sentimiento de urgencia quizá esté menos presente cuando decidimos sobre medidas contra el calentamiento global.
Artículo de referencia: https://theconversation.com/por-que-no-actuamos-igual-ante-la-covid-19-y-el-cambio-climatico-139689,