Identificada ya la necesidad de cambios estructurales para la actividad turística, sin duda, la crisis de la COVID-19 ha transformado a corto y medio plazo el concepto de turismo de masas con el que estamos familiarizados. Los turistas hoy no perciben el turismo de la misma manera que antes de la pandemia.
Hemos pasado de la preocupación por la saturación de los espacios y destinos, fenómeno denominado como sobreturismo (overtourism en inglés), a la preocupación por la distancia social. Va a ser necesario mitigar en primera instancia los efectos devastadores de la crisis COVID-19 pero no perder la perspectiva a largo plazo.
En ese sentido, España es referencia mundial en competitividad turística desde 2015 y en Destinos Turísticos Inteligentes, lo que servirá de soporte para afrontar los retos derivados de esta crisis. Es la oportunidad de sacar el máximo rendimiento a esa posición de liderazgo.
A corto plazo, el turismo masivo de “sol y playa”, en el que España es referencia europea, ha visto disminuida su capacidad de carga debido a las normas de distanciamiento. Es una nueva oportunidad para profundizar en la diversificación de la oferta, tanto en destino como en producto. El turismo urbano ofrece menos posibilidades de mantener el distanciamiento social.
La mayoría de las actividades que lo caracterizan (cultura, negocios, etc.) se llevan a cabo en sitios cerrados, identificados recientemente como principales lugares de contagio. El turismo rural o de naturaleza, que conlleva cierto aislamiento y se desarrolla en espacios abiertos, presenta condiciones muy favorables para su expansión. Esto aplica a los diferentes productos turísticos en cualquier destino turístico del mundo. Y ello provoca un serio desajuste en la competitividad turística de los destinos urbanos y/o masificados.
Modelos de alojamiento discutibles
Asimismo, desde la perspectiva de alojamiento, modelos de negocio como el de las plataformas de intermediación como Airbnb, cuyas unidades alojativas se concentran fundamentalmente en centros urbanos, son cuestionables.
Es probable que las viviendas ofertadas en dichas plataformas pasen a ser comercializadas como alquileres de larga duración, como ya se está viendo en algunos destinos. Esto tendrá un importante impacto en la configuración de los barrios, algunos muy castigados por la masificación turística y los procesos de gentrificación.
En las circunstancias actuales el transporte aéreo se percibe como un negocio con dificultades serias para la supervivencia dada la tendencia a mayores exigencias de seguridad sanitaria, espacio entre viajeros, equipajes en bodega, medidas adicionales de control de accesos… Estamos asistiendo ya a una guerra de precios. Surge la necesidad de contemplar nuevos modelos de negocio, así como alternativas al transporte aéreo más sostenibles, en particular en recorridos de corta y media distancia.
Colaboración entre países frente al impacto económico de la COVID-19
La salida a esta crisis turística debe incorporar necesariamente la colaboración entre países, incluso con aquellos con los que se compite. Desde el punto de vista europeo, reforzar desde Europa los viajes por Europa. No es apostar por el proteccionismo sino por una “autonomía estratégica” europea en la geopolítica mundial que también tiene su traducción en materia turística.
En el medio y largo plazo, los gobiernos deberían dar cobertura a una diversificación económica en lo posible. Una fuerte dependencia de una única actividad hace a los países más vulnerables y en el caso de la actividad turística, muchos países son severamente dependientes y por ello, están en riesgo.
Las vías para la diversificación económica pueden vincularse a intensificar la integración regional, mercado digital único, así como a los programas educativos y de formación en actividades económicas que aceleren la resiliencia y mitiguen el coste del shock, tal y como afirma la OMT en su reciente informe donde evalúa el impacto económico de la COVID-19 en el turismo mundial.
Una adecuada gestión de destinos es clave, haciendo que sean capaces de dar una respuesta de forma ágil en un entorno con tanta incertidumbre, reenfocando la industria y adaptándose a las necesidades de innovación y sostenibilidad, favoreciendo la convivencia entre personas, residentes y turistas, en los destinos.
Es de sobra conocido el impacto que tiene el turismo en la economía mundial, tanto en los países desarrollados como en los menos adelantados, en términos de empleo, contribución al PIB, exportaciones de servicios, sus efectos indirectos e inducidos sobre otras actividades o los cambios sociales que facilita, entre otros. Con la pandemia, la configuración social tanto de países emisores como receptores se verá afectada, si bien todavía no es visible.
Empeoramiento de la brecha de género
No obstante, ya hay indicadores que advierten del empeoramiento de la ya existente brecha de género, derivado de la creciente necesidad de cuidados a las personas que ha dejado tras de sí la pandemia, ya que estos tradicionalmente recaen sobre las mujeres. Del mismo modo, se apuesta por lo digital como camino de salida de la crisis, existiendo también un sesgo de género y cualificación en aquellas actividades que permiten teletrabajo frente a las que requieren de presencialidad para ser desarrolladas.
Es pertinente pensar en una reinvención turística que debe apostar, ahora sí, por la calidad frente a la cantidad en el análisis de los flujos turísticos, evitando interpretar avances en calidad solo a través de mayor gasto medio. Del mismo modo, se hace necesaria una mayor presencia de la idea de estado europeo, con una mayor interacción con los agentes involucrados.
¿Qué modelo de turismo queremos tras la COVID-19?
En países como España el modelo anterior a la crisis de la COVID-19 ha funcionado bien si se mide por los flujos de turistas internacionales que visitan el destino, registrándose récords año tras año. No obstante, teniendo en cuenta los problemas medioambientales y sociales que últimamente se asociaban con la actividad turística, ¿es ese el modelo a impulsar y replicar tras un golpe tan contundente como este?
Las actividades económicas, entre las que se incluye el turismo, deben contribuir a la sostenibilidad y resiliencia tanto de las sociedades como del planeta. Lo que resulta pertinente cuestionarse en plena crisis COVID-19 es si todos y cada uno de los agentes implicados esperan volver al escenario turístico previo a la pandemia.
La dimensión sistémica de esta crisis y su profundidad es una oportunidad para la transformación y la identificación de todos los agentes involucrados en la actividad turística como agentes activos de cambio.
Se evidencia la necesidad de disponer de algún indicador de alerta temprana para facilitar la gestión de los flujos turísticos, poniendo la inteligencia turística, el conocimiento, la digitalización, la innovación y la inteligencia artificial al servicio de los destinos, del desarrollo humano y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
No se trata de otra crisis como las anteriores. Y si todas las previas han dejado un cierto impacto estructural, ésta está llamada a ser la de la verdadera transformación del turismo.
Artículo de referencia: https://theconversation.com/como-recuperar-el-turismo-tras-la-devastacion-de-la-covid-19-147429,