Desde su aparición en los años 80 los contenedores y el proceso de recogida de envases se ha hecho más automatizado y el diseño de los contenedores se ha ido integrando con el mobiliario urbano.
Las últimas dos décadas han transformado la forma en la que reciclamos. En España la Ley de envases y residuos de 1997 marcó un antes y un después en este sentido al crear los Sistemas Integrados de Gestión (SIG), ahora denominados Sistema colectivo de responsabilidad ampliada del productor (SCRAP), entidades sin ánimo de lucro encargadas de la recogida de residuos.
Un año después, a los iglús verdes de vidrio -que habían aparecido en las ciudades españolas en 1982- se sumaron dos nuevos acompañantes que pasaron a formar parte de nuestro paisaje urbano: primero el contenedor azul para papel y cartón y después el amarillo para envases.
Los contenedores y sus sistemas de recogida no han dejado de evolucionar
A lo largo de estos más de treinta años años tanto los contenedores como sus sistemas de recogida no han dejado de evolucionar. «El cubo forma un pack con el camión, así que los cambios en las características de la recogida han ido en paralelo entre ambos», explica Noelia Martín, coordinadora de Recogidas en la Oficina Técnica de Ecoembes. «La tendencia ha sido hacia una mayor automatización y robotización, un proceso cada vez menos manual y más eficiente, que recoge más residuos en menos tiempo».
En un principio la recogida se realizaba con camiones de carga posterior, de los que se pasó a grúas integradas en vehículos especializados para la recogida. Con el tiempo el contenedor de carga lateral fue imponiéndose en las ciudades gracias a su eficacia.
Hoy, en muchas zonas, la recogida lateral se puede gestionar directamente desde la cabina del camión gracias a cámaras para medir la distancia. De hecho, los sistemas más modernos permiten la recogida incluso si hay un vehículo aparcado en doble fila junto al contenedor.
«El otro gran cambio ha sido que el contenedor ha dejado de ser el punto que estropea el paisaje para convertirse en un elemento del mobiliario urbano», afirma Martín, «la estética, los colores, etc. han avanzado hacia un diseño más integrado». En este sentido las competencias definitivas corresponden a las autoridades locales que determinan la forma del contenedor y el sistema de recogida en cada municipio.
«Los ayuntamientos deciden en base a los condicionantes de cada lugar», matiza Martín, «eso hace que, por ejemplo, en el casco histórico de algunas ciudades no pueda realizarse la recogida con grandes camiones». Aunque la recogida manual supone hoy menos de un 1% del total en España.
Tecnología y responsabilidad
Cuando arrancó el programa, en nuestro país se reciclaba sólo un 5% de los envases. Veinte años después, la concienciación del público y la mejora de los sistemas de recogida han conseguido que los de plástico alcancen una tasa de reciclado del 75,8%, los metálicos del 85,4% y los de papel y cartón un 80%, según datos de Ecoembes.
«Además, hay otro factor de mejora en los recolectores que están cada vez más especializados, lo que evita que se contamine el residuo del papel y cartón con otras fracciones, algo muy importante para su posterior recuperación», señala Jesús Collado, portavoz de de la empresa de recogida de residuos sólidos urbanos Ros Roca.
Hoy en día el 83,5% de los ciudadanos separa todos o casi todos sus residuos a diario, según una encuesta de IPSOS. Cada ciudadano deposita, de media, 17,1 kg de envases de plástico, metálicos y briks cada año para su posterior reciclaje en los contenedores amarillos y 19,4 kg en los azules.
En total, en 2019, en España se reciclaron 1.505.661 toneladas de envases, lo que evitó la emisión de 1,67 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera y contribuyó a un ahorro de 350 millones de m3 de agua y de más de 20 millones de MWh de energía.
Futuro
Pese al largo camino recorrido por los sistemas de recogida, continúan abriéndose nuevas líneas de mejora; apoyándose en datos en tiempo real para identificar, pesar y clasificar los residuos y optimizar el proceso. «Hace 20 años la única tecnología que se incluía en un contenedor era por cuestiones de trazabilidad de las piezas que se habían fabricado, pero en los últimos 10 años nos estamos moviendo hacia la recopilación de mucha más información», afirma Noelia Martín.
En algunas comarcas pioneras, la tecnología permite integrar un gran volumen de datos complejos procedentes de diferentes fuentes (sensores en contenedores, etiquetas de identificación por radiofrecuencia, GPS en camiones de recogida, etc.) con el objetivo de mejorar los servicios de recogida locales.
Así, las primeras cerraduras electrónicas instaladas en contenedores comienzan a proporcionar datos sobre el comportamiento del usuario: las horas en las que deposita la basura, el tipo de residuos en cada momento de la semana, etc. Por otro lado, comienzan a instalarse sensores volumétricos para conocer el estado de carga del contenedor, especialmente útiles en zonas rurales, donde hay que hacer muchos kilómetros y gastar CO2 para la recogida.
«Actualmente hay un gran cambio a nivel mundial, los aspectos medioambientales han pasado a ser uno de los principales objetivos de muchos estados», señala Jesús Collado. Siguiendo esta línea, parece que el futuro de la recogida de papel y plástico pasa por el uso de tecnologías más respetuosas con el medio ambiente, reduciendo las emisiones y «con un servicio de recogida más eficiente, permitiendo que el papel y el plástico lleguen en las mejores condiciones a las plantas de recuperación».
Fuente: AMADO HERRERO / EL MUNDO,
Artículo de referencia: https://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/medio-ambiente/2021/05/10/6093b6b8fc6c83bc4a8b458b.html,