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Por primera vez en la historia del planeta, la humanidad disfruta del poder para modificar la naturaleza. Estamos en la llamada era del Antropoceno y en nuestras manos está decidir si somos capaces de honrar ese poder salvando a las personas y la Tierra. Otra opción es continuar en una trayectoria de desarrollo insostenible y así acercarnos aún más al borde del precipicio: más de 1,5 ºC, es la cifra fatídica.

Para elegir la senda correcta es imperativo derribar falsos dilemas como el de que o priorizamos el desarrollo o nos dedicamos a la acción climática. O presuntas disyuntivas entre proteger la naturaleza o proteger a las personas.

Desbaratar estereotipos, abatir falsas creencias, es el inicio del camino. Empezar a des-saber lo sabido es parte de la tarea. Permitirnos licencias mentales para transgredir; adoptar un nuevo credo según el cual acción climática es desarrollo, conservar la naturaleza es prosperidad, crear áreas protegidas es aumentar la resiliencia y la salud mental. Y más osados aún, salvar los bosques paga, y paga bien.

Esta es la respuesta para enfrentar un modelo productivo basado en el extractivismo y patrones de consumo insostenibles, que ha ocasionado una profunda exclusión y graves daños al ambiente como el calentamiento global y la extinción masiva de la biodiversidad. Un modelo que ha contribuido a que la covid-19 nos sorprenda con las defensas bajas.

Están en peligro de desaparecer casi 25% de las especies del mundo y el calentamiento global ha llegado a niveles jamás vistos. Nuestras sociedades consumen alimentos, energía y materiales como nunca. Estas acciones sobrepasan la capacidad del planeta e impactan directamente sobre la disponibilidad de alimentos, medicinas y agua.

La naturaleza, nuestro mayor desafío

Ante el mayor desafío de nuestro tiempo se requiere una transformación sin precedentes, rápida y de impacto en áreas sensibles como la producción de energía, agricultura, gestión de las ciudades, transporte e industria. Esta situación pone en evidencia la vinculación indisoluble entre el destino del planeta y el bienestar de las personas.

Costa Rica ha hecho suya desde hace algunas décadas una ruta de desarrollo que la consideramos clara, decisiva, inclusiva e innovadora, inspirada en la sostenibilidad ambiental. Ha asumido el reto de transformar su economía, reducir la contaminación y generar mecanismos comunitarios de resiliencia que le han permitido contribuir a la reducción de las presiones ambientales y posicionar un modelo verde, que es capaz de generar mayor prosperidad, equidad y una vida más saludable.

Estas acciones se reconocen en el Informe de Desarrollo 2020 del PNUD, donde Costa Rica es el país que más posiciones sube en el Índice de Desarrollo Humano cuando se ajusta por presiones planetarias (IDH-P). En total asciende 37 posiciones y se ubica como el país de más alto ranking en América Latina y el número 25 a nivel global.

Costa Rica

Costa Rica ha diversificado su matriz eléctrica. El 98% de la energía generada es sostenible y más de un 30% proviene de fuentes limpias no hídricas.

Ha avanzado en la recuperación de la cobertura forestal estableciendo una red de 149 áreas protegidas que cubren el 26% del territorio continental e invirtiendo 45 millones de dólares (38,6, de euros) destinados a conservar un millón de hectáreas de bosques en tierras privadas –de hecho, acaba de recibir más de 110 millones de dólares (94,5 millones de euros) no reembolsables de la comunidad internacional como reconocimiento a los beneficios ambientales globales que ha producido al conservar sus bosques.

También se ha incentivado al sector agro-exportador para que adopte prácticas de bajo impacto ambiental, propiciado nuevas maneras de gestionar las ciudades y fortalecido a las comunidades organizadas para el manejo sostenible del agua.

La ruta que Costa Rica escogió hace muchos años no era la más obvia ni fácil, pero se asumió con convicción. Con el mismo espíritu, ahora le corresponde enfrentar los desafíos actuales.

Es fundamental mejorar las relaciones de igualdad y reconocer el aporte fundamental de las mujeres en el desarrollo sostenible, facilitando su efectiva participación en la toma de decisiones y la reducción de inequidades en el acceso a los recursos. Se requiere impulsar mecanismos para disminuir la huella de carbono a la luz de su Plan Nacional de Descarbonización, que orienta acciones en materia de movilidad pública, transporte privado y de carga, electricidad, agricultura y soluciones basadas en naturaleza.

Explotación de recursos marinos

Igualmente, es urgente controlar la explotación de recursos marinos, garantizar el adecuado tratamiento de aguas residuales y fortalecer la gestión del agua; comprender la importancia del correcto manejo de los residuos sólidos; avanzar en la sustitución de plásticos de un solo uso y reducir aún más la dependencia de combustibles fósiles (sectores productivos y sistemas de transporte), así como fortalecer los esquemas de inversión, conservación y uso sostenible de la biodiversidad.

Una visión comprensiva e interdependiente de las personas, la economía y el ambiente constituye un punto de partida para una mejor recuperación ante los efectos socioeconómicos de la pandemia de la covid-19. Cualquier esfuerzo de este tipo debe conciliar la igualdad de oportunidades y la inclusión social con la innovación e inversión en una matriz productiva eco competitiva, a partir de sinergias público-privadas, que contribuya a democratizar la prosperidad.

Costa Rica ha marcado el camino y está redefiniendo el progreso humano, inspirada por la convicción de que acción climática es desarrollo y que proteger la naturaleza es prosperidad. Continuemos avanzando juntos hacia el logro de la Agenda 2030.

Fuente: CARLOS ALVARADO QUESADA / JOSÉ VICENTE TROYA RODRÍGUEZ / EL PAÍS,

Artículo de referencia: https://elpais.com/planeta-futuro/red-de-expertos/2021-10-25/derribemos-falsos-mitos.html,



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