El programa de seguimiento del Catalán Butterfly Monitoring Scheme, financiado por la Consejería de Medio Ambiente y Vivienda de la Generalitat de Catalunya y el Museo de Ciencias Naturales de Granollers, es una herramienta para detectar las novedades faunísticas y conocer como se integran en la fauna.
Cambios en la distribución
Uno de los primeros trabajos que demostraba un cambio general en la distribución de acuerdo con las predicciones de cambio climático fue publicado en 1999 en la prestigiosa revista Nature. En el se estudiaron 57 especies de mariposas y se analizaban los cambios en la distribución a lo largo del último siglo por toda Europa. Comparando datos históricos y recientes se comprobó que 35 de las especies habían cambiado su distribución, que casi siempre coincidía con una desviación hacia el norte
A parte de los movimientos en cuanto a su latitud, también en altura, donde se han desplazado hacía zonas más elevadas en busca de sus requerimientos climáticos. Por el momento, estas especies no han sido capaces de soportar el invierno, pero si el cambio climático consigue suavizarlos no se puede descartar que se establezcan poblaciones estables.
Cambios en la fenología
El desarrollo de los huevos, orugas y crisálidas, depende de la temperatura, por lo que si aumenta la temperatura se acelera el crecimiento de orugas. Actualmente, se está construyendo un indicador fenológico que pretende mostrar de manera rápida el cambio en el periodo de vuelo que están experimentando mariposas con fenología diversa
Pérdida de biodiversidad
Según los científicos del CBMS, este es el efecto más preocupante del cambio climático. Con sus datos se pueden establecer modelos estadísticos que relacionen el número de especies presentes con las variables ambientales. Todos los modelos apuntan al clima, como el factor más importante para explicar el número de especies que se pueden encontrar en una localidad.
En Cataluña, la máxima diversidad de especies se observa siempre en las zonas con climas relativamente fríos y húmedos. A medida que nos desplazamos hacia zonas más cálidas y secas, el número de especies disminuye muy rápidamente, debido principalmente por la sequía estival que limita el desarrollo de las orugas al disminuir la calidad de las plantas de que se alimentan.